Hace cinco años, Ciro Cristiano llegó desde Nápoles con un sueño y su saber hacer pizzero. Hoy, ese sueño tiene nombre, Baldoria, y un título de peso: estar entre las diez mejores pizzerías del mundo.
El último diploma obtenido corona una ascensión meteórica, pasando del puesto 64 al codiciado Top 10 en apenas tres años. "Es increíble", declara un emocionado Cristiano, aún asimilando un logro que certifica la revolución que ha causado en el panorama gastronómico madrileño.
Pero el éxito de Ciro va mucho más allá de la masa espectacular y los ingredientes perfectos. Su verdadero acierto ha sido importar, ladrillo a ladrillo, un pedazo auténtico de Italia. "Al final, al día de hoy, cualquier persona se puede cocinar un buen plato en casa. Nosotros tenemos entendido que la gente cuando sale quiere un poco este viaje, quiere un poco ir a algo espectacular, exótico", explica.
Este "viaje" comienza en el mismo local. Cada elemento en Baldoria está minuciosamente escogido para transportar al comensal. Desde la iluminación hasta las lámparas, pasando por una vajilla única.
"La compramos directamente en Positano, la Luigi que la hace solo para nosotros y esto está hecho a mano", revela Ciro sobre estas piezas artesanales que son en sí mismas una declaración de intenciones.
Esta búsqueda de la autenticidad y lo único define su filosofía. "No buscamos gustar y complacer a todo el mundo porque eso es imposible. Buscamos un resultado algo único, atípico que la gente pueda reconocer", sentencia.
La experiencia se completa en otros rincones mágicos del local. El balcón, con música en directo todas las noches, da nombre al restaurante. "Baldoria en español significa jarana, significa jolgorio. Es un cúmulo de pequeños detalles que te hacen sentir especial". Y para la sorpresa de todos los clientes que los visitan, un fotomatón escondido se ha convertido en un divertimento inesperado. "Antes de ir al baño, dicen: oh, qué pasa aquí".
Ante la pregunta obligada por la receta de su éxito, Ciro Cristiano no duda ni un segundo. La respuesta no está en el horno ni en la harina, sino en las personas. "Lo que más nos enorgullece es la calidad de personas que tenemos". Y ese orgullo, mezclado con talento napolitano, es lo que ha horneado las mejores pizzas de Madrid, reconocidas ahora entre las mejores del planeta.