Desde 1911, la Alcoholera de Chinchón ha sido sinónimo del famoso anís que lleva el nombre del municipio. Lo que comenzó como una cooperativa que aprovechaba las hierbas plantadas en la zona, hoy es una empresa que mantiene viva la tradición bajo la indicación geográfica protegida, aunque ya no se cultiva anís en el pueblo.
Mireia, encargada de la recepción, supervisa algunos de los 25.000 kilos de grano que reciben cada año. "Actualmente compramos el grano en la zona de Moriles, donde se cultiva exclusivamente la variedad que utilizamos: pimpinella anisum o matalauva", explica. La cosecha se realiza en julio y agosto y con ese pedido se abastecen para todo el año.
El proceso comienza con un tornillo sinfín que pesa el grano y lo transporta hasta los alambiques. Allí, tras una maceración de doce horas con alcohol y agua, se inicia la destilación.
"El vapor rico en alcohol y aceites esenciales pasa por tubos de condensación que lo transforman en un destilado a 76 grados", detalla Mireia. Este destilado es la base para elaborar el anís chinchón dulce (mezclado con agua y azúcar) o el seco, solo con agua.
La Alcoholera conserva también un cuadro de mando del año 1979 desde donde se controlan todos los procesos de producción, una reliquia tecnológica que sigue en uso.
En cuanto al embotellado, cada botella recibe primero un chorro de agua para evitar contaminaciones antes de llenarse con el producto correspondiente. Luego se colocan tapones y etiquetas, dejando las botellas listas para su venta tanto en España como en mercados internacionales. México es uno de sus principales consumidores fuera del país.
Aunque la botella ha cambiado mucho su diseño a lo largo del tiempo, la esencia del anís chinchón permanece intacta. La Alcoholera ofrece visitas guiadas para quienes quieran conocer más sobre esta tradición centenaria.