En la lucha natural contra los mosquitos, los murciélagos se han consolidado como los mejores aliados. Hace un año, el Real Jardín Botánico (RJB-CSIC) instaló trece refugios de madera estratégicamente colocados para favorecer el asentamiento de distintas especies de murciélagos en este pulmón verde del centro de Madrid.
El objetivo era claro: establecer un control biológico eficaz contra plagas de insectos, incluido el temido mosquito que transmite el virus del Nilo. Ahora, el proyecto celebra su primer gran éxito: la confirmación del primer asentamiento estable.
La comprobación se ha producido durante uno de los talleres de educación ambiental que imparte el Jardín, dirigidos por la Doctora en Biología Elena Tena, una de las mayores expertas del país. Al abrir una de las cajas-refugio, se ha encontrado con un pequeño inquilino: un murciélago común adulto que descansaba plácidamente durante sus horas de sueño diurno.
"Se colocaron a raíz del virus del Nilo, que se transmite por un mosquito, y los murciélagos son el mejor aliado que tenemos porque son un control biológico de plagas", explica Tena durante la sesión. "Hemos tenido suerte, esta es una de las cajas que hemos revisado y había un murciélago dentro".
La experta, investigadora postdoctoral en el grupo de murciélagos de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y coordinadora del Atlas y Libro Rojo de Murciélagos de España, ha procedido a examinar al ejemplar.
Con la meticulosidad de una científica y la pedagogía de una divulgadora, ha mostrado a los participantes cómo se identifica la especie, se mide el antebrazo (una parte clave del esqueleto) y se coloca una anilla con un código alfanumérico único. "Es como el DNI de una persona", aclaró, "no limita su vuelo y nos permite estudiarlos y protegerlos mejor". El ejemplar, un adulto de murciélago común, pesaba 4,25 gramos.
Los talleres buscan precisamente derribar mitos e "infundir respeto" hacia estos animales, tal y como ha destacado Juan, uno de los participantes: "Es una manera de acercar ese tipo de animales a las personas. Infundir un respeto, que es lo que hay que tener con la naturaleza".
Este primer hallazgo simboliza un paso crucial hacia un ecosistema urbano más sano y equilibrado, donde la ciencia y la naturaleza trabajan codo con codo. Los murciélagos, lejos de ser personajes de leyendas temibles, se revelan así como guardianes silenciosos de la biodiversidad madrileña.