La lucha diaria por no desaparecer es una de las cargas que el pequeño comercio tiene que soportar. En el caso particular de una librería de Madrid, nota cómo las ventas caen año tras año en picado y ha decidido reinventarse.
Aránzazu lleva 19 años al frente de esta librería de Madrid, su madre abrió el negocio en 1973 y con los años tuvo que plantearse la especialización. Ella decidió hacerlo en gastronomía. Además, creó una página web y facilitó a los clientes los pedidos a domicilio.
A pesar de todo, el futuro es una incógnita. "No puede ser que metamos dinero aquí y no veamos que vaya a mejor", asegura la dueña. "No sabemos lo que vamos a aguantar", lamenta.