Once días han pasado desde que el fuego arrasó más de 110.000 hectáreas en Tres Cantos, un periodo en el que la conmoción inicial ha dado paso a una titánica y lenta tarea de reconstrucción.
Mientras los equipos de operarios trabajan contrarreloj para devolver la normalidad a la zona, los vecinos, armados de paciencia, asisten al día a día de una recuperación que avanza paso a paso, pero que aún tiene un largo camino por delante.
El paisaje que queda es desolador. Donde antes había vida y hogares, ahora solo hay cenizas y escombros. La prioridad inmediata es restablecer los servicios básicos, una labor compleja y minuciosa.
Un técnico, inmerso en la reparación de las infraestructuras de comunicación, explica la magnitud de los daños: "Estamos quitando todo lo que ya no sirve porque prácticamente por el tema del incendio y demás hay que cambiar los postes porque muchos de ellos se han quemado. Todo lo que es cobre y fibra óptica está achicharrado", nos cuenta un técnico, inmerso en la reparación de las infraestructuras.
Para los vecinos, la vuelta a la normalidad es un rompecabezas al que le faltan varias piezas. "No tengo gas, de momento. Hemos tenido agua desde un comienzo. La luz parcialmente, ahora ya disponemos de luz. Nos queda el gas y el cable de datos para poder trabajar en casa con Internet, que no tenemos", declara un vecino afectado.
En el corazón de los esfuerzos por recuperar la electricidad está Sorín, un técnico eléctrico cuya labor es crucial. "Ahora lo que vamos a hacer es dejar suministro definitivo a los usuarios que están afectados", detalla mientras trabaja en las instalaciones.
Paralelamente, decenas de operarios y voluntarios se dedican a la ingente tarea de limpiar parcelas y calles cubiertas de cenizas y restos calcinados. La opinión general entre ellos es unánime: "queda mucho todavía". Calculan que, como mínimo, se necesitarán dos meses más de trabajo intenso para dejar la zona limpia.
Once días después, Tres Cantos es un mosaico de esfuerzo colectivo y resiliencia. Es el sonido de los martillos y las sierras, el murmullo de los vecinos compartiendo experiencias y la imagen de decenas de personas trabajando codo con codo para levantar de las cenizas lo que el fuego se llevó.