Tras un verano marcado por las llamas, en el que han operado en más de 350 ocasiones, los miembros del 43 Grupo de las Fuerzas Aéreas se han consolidado como una primera línea de defensa esencial contra los incendios forestales.
Su trabajo, una combinación de resiliencia, precisión técnica y valentía, continúa incluso cuando la temporada de máximo riesgo comienza a ceder. La clave de su éxito reside en una meticulosa preparación que comienza en tierra.
Pedro, mecánico del 43 Grupo, describe el proceso dentro de uno de los aviones: "Este es uno de los aviones que hemos usado este verano para actuar en los incendios forestales y ahora mismo estoy despresurizándolo para poder salir a volar con él".
Su labor es minuciosa. Tras una inspección exterior exhaustiva, revisan el interior: "Empezaríamos en la zona del 'puro' y vamos viendo las distintas partes, que esté todo correcto antes de pasar a la cabina".
Dentro de la cabina, el protocolo es igual de riguroso. "Lo primero que hacemos antes de meter corriente es comprobar que todos los interruptores y todos los botones estén en su posición", explica Pedro.
Se verifica el voltaje de las baterías, el funcionamiento de todas las luces y los sistemas de sonido. Solo tras superar cada una de estas comprobaciones, el avión recibe el visto bueno. "Ya estaríamos preparados para ir al incendio", afirma.
Mientras los mecánicos garantizan que la aeronave esté en perfecto estado, los pilotos como Alberto se preparan para la misión. "Llegamos un rato antes de que abra el servicio y revisamos todas las condiciones meteorológicas. Si tenemos que ir de Madrid a Ourense te puedes encontrar nubes en rutas, si tenemos que bordear…", relata.
Además, analizan toda la información aeronáutica relevante, como los vuelos de drones en la zona, que podrían suponer un riesgo.
Con el avión listo y el plan de vuelo estudiado, el equipo se mantiene en alerta máxima a la espera de que salte una alarma o se aviste la columna de humo de un conato de incendio. Su capacidad de respuesta inmediata es fundamental para evitar que un pequeño fuego se convierta en una tragedia.
Aunque el verano toque a su fin, este grupo de héroes anónimos no descansa. Su compromiso y profesionalismo permanecen intactos, listos para despegar de nuevo en cuanto se necesite, demostrando que la lucha contra el fuego es una batalla que libran 365 días al año.