En el corazón del barrio de La Latina, la tranquilidad de una comunidad de vecinos se ve quebrada por una pesadilla que se prolonga desde hace años: un piso okupado que se ha convertido en el epicentro de tráfico de drogas, altercados violentos y un deterioro progresivo del edificio. Los residentes, desesperados, alzan la voz ante la impotencia que sienten y la pasividad del propietario, un fondo de inversión.
La alarma la dio una vecina de la zona, cuyo testimonio refleja el clima de temor constante. "Lo que vemos es constantemente entrando y saliendo gente, están traficando con drogas. Todos sabemos lo que esta gente es capaz de hacer. Están muy familiarizados con las drogas y el alcohol y, por lo tanto, cualquier arrebato mejor permanecer lejos", relata.
La situación en el interior de la vivienda es de caos permanente. Otro vecino confirma los altercados: "Siempre hay broncas entre ellos especialmente. La policía aparece cada dos por tres, sí, sí. Alguna que otra vez han venido los bomberos. De repente, estaban quemando ahí unas mantas, unas cosas".
Al acercarnos a la finca, los residentes no dudan en detallar la magnitud del problema. "Tenemos un problema muy, muy gordo y muy importante. En un principio, están viviendo ahí no se sabe quién", explica Ángel, un vecino del edificio.
Los incidentes han ido más allá de la simple molestia, escalando a hechos delictivos graves. "En ese piso se han producido dos casos importantes: una agresión a una mujer, no sé si una chica joven o no, y problemas de drogas, de que las guardaban en los buzones, partiéndolos para poder acceder a ellos", añade.
El inmueble, de 140 metros cuadrados, pertenece a un fondo de inversión al que los vecinos acusan de hacer oídos sordos a sus reiteradas quejas. "Su argumento es que hacen lo que pueden, pero pueden hacer más. Son los propietarios del piso y el piso no solamente genera los pormenores que sufrimos todos los vecinos... sino el deterioro de la finca", expresa otro residente del edificio.
Este deterioro es ya evidente y estructural. "El local de abajo está apuntalado y el desperfecto va subiendo por todos los pisos", declara, señalando que la okupación está dañando gravemente el valor y la seguridad de todo el edificio.
Al otro lado de la puerta, la versión es radicalmente diferente. Una de las personas que habita en la vivienda asegura: "Todos los que vivimos aquí no tenemos ningún papel, pero aquí no hay ningún problema ni nada. El dueño soy yo aquí. No hay ningún problema aquí".
Curiosamente, este individuo confirma el episodio de la agresión a la chica, a quien, según dijo, encontró en el portal cuando llegaba a la casa. "Tenemos perro, tenemos dos gatos", afirma e insiste que su relación con los vecinos no es mala, una afirmación que contrasta frontalmente con la experiencia diaria de desesperación relatada por el resto de la comunidad.