Cómo detectar y actuar ante un golpe de calor: primeros síntomas y riesgos para la salud

  • Las consecuencias del calor pueden agravarse cuando actúan como desencadenantes de agravamiento o descompensación de patologías previas
Foto: 112 Comunidad de Madrid |Vídeo: Telemadrid

El ser humano es capaz de regular su metabolismo para mantener constante la temperatura interna. A medida que la temperatura corporal aumenta, al organismo le cuesta más llevar a cabo las funciones básicas y nuestro sistema termorregulador puede ser insuficiente. La deshidratación, además de pérdida de agua, también reduce los electrolitos, que son necesarios para el adecuado funcionamiento de los distintos órganos.

Los efectos asociados a las altas temperaturas dependen fundamentalmente de su intensidad, la persistencia de estas en el tiempo y la falta de aclimatación. También influyen un alto grado de humedad, la ausencia de viento, la presencia de ciertos contaminantes atmosféricos, como pueden ser niveles elevados de ozono o partículas en suspensión, y el hecho de vivir en un ambiente muy urbanizado, que produce el efecto conocido como “isla de calor”.

El proceso de adaptación a la variación de las temperaturas ambientales es gradual, se denomina aclimatación y requiere un periodo de tiempo que puede durar varios días o incluso semanas. Al principio del verano el organismo tiene mayor dificultad para preservar una buena regulación y le cuesta más recuperarse de un día para otro, incrementándose el riesgo de efectos en salud.

Los efectos del calor intenso sobre la salud son múltiples y pueden oscilar desde ligeras molestias o afecciones leves, hasta comprometer la vida.

Entre los efectos directos se encuentran agotamiento por calor, calambres, síncopes, dermatitis, edemas de extremidades y golpe de calor. Entre los indirectos, agravamiento de enfermedades, principalmente cardiovasculares, respiratorias y renales, toxiinfecciones alimentarias por una mayor dificultad de conservación adecuada de los alimentos e, incluso, alteraciones de la conducta.

Entre esos efectos indirectos, está el sueño. "Hay una relación directa entre la temperatura nocturna y la calidad de un sueño reparador", explica Jose María Molero, médico de familia, que añade que se "disminuye esa fase de descanso profundo de cara al día siguiente, sobre todo temperaturas superiores a 24 ºC", limitándonos a un sueño superficial, al cansancio y bajo rendimiento del día siguiente.

Sobre los síntomas, explica que cada uno aparece con más o menos frecuencia. “Los más frecuentes son los calambres por exponernos al sol y no tomar suficientes sales, como sodio o potasio que perdemos cuando sudamos".

Otro, “un síncope”, al perder “sales y más líquido que no reponemos”, nos podemos empezar a mostrar “más cansados, débiles, con náuseas y vómitos”. El tercer escalón, según enumera Molero, son los golpes de calor, que es “cuando nuestro sistema ya es incapaz de eliminarlo y aparecen complicaciones en el sistema nervioso que pueden producir una enfermedad mortal”.

Medicamentos y golpes de calor: ¿a cuáles hay que prestarles más atención?
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Para tratar el síncope por calor, que suele ser momentáneo, se recomienda colocar a la persona a la sombra si es posible, tumbada boca arriba y con las extremidades inferiores elevadas. También es aconsejable rehidratarla, tal y como sugiere el portal Madridsalud, que aporta otros consejos.

Contra las náuseas, vómitos, mareos, dolor de cabeza, sudoración copiosa, calambres o agitación, que suelen ser los síntomas más frecuentes, se refresca la piel con agua fría, duchándose o bañándose si es posible y reponer líquidos tomando agua, zumos ligeros o soluciones isotónicas a pequeños sorbos.

Golpes de calor, ¿qué hacer mientras llegan los sanitarios?

Algo diferente es en el caso de un golpe de calor, causado por el fracaso agudo de la regulación de la temperatura corporal, sobrepasando incluso los 40ºC, pudiendo provocar la muerte. Es fundamental llamar a los servicios de emergencia y, mientras acuden, quitarle la ropa si es posible y bajar su temperatura mojándole constantemente la piel.

Aplicarle compresas/toallas de agua fría (sobre todo en axilas, ingles, cuello y cabeza), rociar la piel con agua o utilizar cualquier medio disponible. Abanicarla o mover el aire a su alrededor. No darle de beber, y si vomita, recostarla sobre el costado izquierdo para que no se ahogue con el vómito.

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