Dicen que la música amansa a las fieras, pero si hay un instrumento capaz de transportar la mente a un estado de paz profunda, ese es el handpan. Y en Madrid, Dani es uno de sus grandes maestros tanto en su interpretación como en su creación. El taller, ubicado en la Avenida de las Regiones de Fuenlabrada, es el epicentro de un sonido metálico y celestial que resuena cada vez con más fuerza.
"Este es un tambor metálico que viene de la evolución de un instrumento que se llama hang, que se creó en Suiza alrededor del año 2000", explica Dani, detallando los orígenes de un artilugio que parece una nave espacial y suena como un cuenco tibetano multiplicado por cien.
El proceso de fabricación es una mezcla de artesanía ancestral y precisión de relojería. "Este es el espacio donde ocurre toda la magia", comenta rodeado de herramientas y planchas de metal. "Con esta prensa y esas bolas de metal, se prensa con una gomita y formamos cada dimple (abolladura) de cada nota del instrumento". Cada hoyuelo es la clave de una nota musical específica.
Tras el minucioso proceso de dar forma al disco de acero, llegan varias fases de horneado para templar el metal y, después, la etapa más crítica: la afinación. "Tenemos un afinador que nos permite ver si estamos en tono con la nota que estamos tratando de afinar". Es un trabajo de paciencia y oído exquisito, donde un golpe milimétrico de más puede alterar la armonía perfecta que se busca.
Pero la verdadera magia del handpan no reside solo en su fabricación, sino en el efecto que tiene sobre quienes lo escuchan y lo tocan. Lo más bonito de la música, al fin y al cabo, es compartirla.
Ese es el caso de Marta y Ruth, dos alumnas que desde hace un año encontraron en estas sesiones mucho más que una clase de música. "Necesitaba un poco desestresarme del trabajo", confiesa Marta. "Y en ese momento de calma, empezaron a tocar un instrumento que yo, con los ojos cerrados, estaba alucinando ", añade.
Para Ruth, la experiencia va aún más lejos, convirtiéndose en una poderosa herramienta de gestión del dolor. "Me proporciona, ese ratito que estoy, desconectar de las sensaciones de dolor que tengo", asegura.
Así, entre martillos, hornos y afinadores, Dani no solo construye instrumentos únicos. En este taller de Fuenlabrada, forja auténticos vehículos de bienestar, demostrando que a veces la mejor medicina no viene en un frasco, sino en una melodía redonda y resonante que nace del metal.