"Tenía muchas ganas de volver y decir: ¡Aquí estoy yo, esto es lo que soy, no sé si me habíais olvidado pero os voy a refrescar la memoria, por qué he estado aquí y por qué sigo en la élite!". Con esta carta de presentación, Mapi León regresa a la que durante muchos años y desde muy pequeña fue su casa.
Vuelve a enfundarse la camiseta de España con la misma ilusión, emoción y orgullo que entonces: "Hay muy pocas personas que puedan representar a España. Hay 23 y de esas 23, en las ocasiones que juegas de titular y te colocas ahí, ¡sólo hay 11! que puedan defender a su país. ¡Qué suerte poner tener esta posibilidad!".
No es tanto suerte como trabajo, esfuerzo, disciplina y algo (bueno, más bien bastante) de "cabezonería", reconocía la zaguera maña: "A cabezona no me gana nadie", recordando sus inicios en la Selección.
Aquella niña tímida que con "15-16 años venía aquí, me hacía pequeñita, me daba vergüenza y apuro lo desconocido" se convirtió en una jugadora con una personalidad arrolladora y energética que alcanzó la Absoluta y que a día de hoy sigue emocionándose: "Se me pone la piel de gallina. Fue la recompensa al trabajo hecho durante años y me hice un hueco en la Selección".
Esa memoria que aún le eriza la piel le llena los ojos de lágrimas al recordar lo vivido y verse de nuevo en esta, su casa, enfundándose la camiseta con el escudo de su país y al pensar, no sólo en ella, sino en una familia y unos amigos que estarán "tan contentos, me voy a emocionar... El hecho de venir aquí, estar tan feliz, que me haga tanta ilusión es muy bonito, estoy disfrutando como una enana y mi familia está pletórica. familia amigos, todos qué guay, enhorabuena, has vuelto... espero que sea para disfrutar, yo también lo espero y lo estoy haciendo".