Agricultores y ganaderos de la Comunidad de Madrid se reunieron este fin de semana en Chinchón para rendir homenaje a David Lafoz Jimeno, el joven agricultor aragonés que decidió quitarse la vida agobiado por las deudas y la falta de rentabilidad de su explotación. Su muerte ha sacudido al sector primario, que reclama medidas urgentes al Gobierno para evitar que tragedias como esta vuelvan a repetirse.
“Su lucha no puede quedar en vano”, clamaron los representantes del campo madrileño, que aprovecharon el acto para denunciar la situación “insostenible” que atraviesan los autónomos del sector agrario. Los asistentes señalaron directamente al Ejecutivo de Pedro Sánchez, al que acusan de “asfixiar al campo” con una maraña burocrática y una falta de apoyo estructural.
La elección de Chinchón no fue casual. La localidad, con una profunda raíz agrícola y ganadera, se ha convertido en el escenario simbólico de una reivindicación que va más allá del homenaje. “Cada año miles de agricultores tiran la toalla”, lamentó uno de los organizadores, aludiendo al exceso de trámites y la pérdida de rentabilidad. “Para podar una encina hay que pedir tres permisos y pagar tasas; es imposible vivir así”, añadía.
Lafoz, que tenía solo 27 años, se había convertido en una de las voces más reconocibles del campo español, no solo por su defensa del oficio, sino por el orgullo con el que reivindicaba la identidad rural. Desde su inseparable tractor, impulsó con energía la causa de quienes siguen trabajando la tierra pese a las dificultades.
Entre las quejas más repetidas durante el homenaje figuraron los retrasos administrativos, la falta de apoyo a los jóvenes agricultores y la competencia desleal derivada de acuerdos internacionales como el de Mercosur. “Cuando se firme, nos inundarán productos que no cumplen los mismos requisitos sanitarios ni laborales que aquí. No podemos competir”, advirtieron.
El mensaje que dejó David Lafoz —“hay que seguir luchando por el sector primario, o desaparecerá”— resonó entre los asistentes. Porque, más allá de su tragedia personal, su historia se ha convertido en el reflejo del hartazgo colectivo de un sector que siente que se apaga en silencio, esperando una respuesta que no termina de llegar.