Rodeado de cumbres y lejos del bullicio metropolitano, el municipio de La Acebeda, con apenas 68 habitantes, se erige como el pueblo más pequeño de la Comunidad de Madrid.
Aquí, donde el censo equivale a una gran familia, la Navidad se vive con una intensidad comunitaria y artesana que las grandes ciudades han perdido. Lejos de las luces deslumbrantes, la magia reside en la participación de todos.
La preparación es colectiva. Fernando y varios vecinos se encuentran estos días inmersos en el montaje de una obra de teatro que representarán en un escenario de excepción: el altar de la iglesia. "No tenemos otro sitio mejor", afirma Fernando con naturalidad.
La función es el corazón del Festival de Navidad, una tradición que moviliza al pueblo. "Esta es la estrella que nos acompaña todos los años", explica una vecina mientras muestra el emblemático elemento. "Es una iniciativa vecinal que al final, bueno, somos poquitos, pero tenemos muchas ganas de participar y participamos este año cerca de 25 personas".
En La Acebeda, todo es personal y hecho con esmero. El belén del pueblo, como no podía ser de otra manera, es completamente artesanal, creado por las manos de sus vecinos. La tradición se traslada también a los fogones.
En la Casona de Ana, antigua fonda del pueblo, se prepara la gran comida. "El vivir aquí es maravilloso, esto es calidad de vida", confiesa. Para Navidad, su mesa es un reflejo de la hospitalidad serrana y de sus raíces extremeñas. "Somos 16 más el arrimado, siempre hay alguno más", ríe.
"Tengo que tener preparado algo de menú porque vienen devoradores, aquí comen… Hay que tener un presupuesto tremendo". En su cocina ya aguardan el bizcocho, el panetone y el ingrediente estrella: "Esto es que, en mi tierra, yo soy de Badajoz, en Extremadura, y allí se hacen migas".
Un poco más arriba, en otra casa del pueblo, el ambiente es igual de acogedor. "Aquí estamos en la chimenea, aquí en casita, un pueblo tranquilo, maravilloso", describe una de sus vecinos. "Estuve yo el otro día en Madrid y estuve deseando de venirme otra vez, fíjate. Yo aquí estoy muy a gusto".
Para la cena de Nochebuena, la elección es sencilla pero exquisita: "Vamos a tomar de primero un consomé al Jerez. Ya tengo la nevera llena: tengo gulas, tengo langostinos, tengo un kilo de almejas para los dos".
La Acebeda, con su paisaje imponente y su ritmo pausado, demuestra que la esencia de la Navidad no reside en el gasto, sino en el gesto; no en la multitud, sino en la comunidad. Donde la participación reemplaza al espectáculo y la chimenea es el mejor centro de reunión, sus 68 vecinos custodian un secreto navideño: que la felicidad, a veces, cabe en el pueblo más pequeño del mapa.