Pepe y Fernando, una pareja de amigos cuya historia comenzó hace más de veinte años gracias a la ONG Nadie Solo.
Un voluntario recién prejubilado y un joven tetrapléjico se encontraron por primera vez en una casa donde, como recuerda Pepe, “me dijeron: ahí lo tienes”.
Entre bromas, reconocen que los dos tuvieron que “ganarse” mutuamente. Los cursos de iniciación para voluntarios —centrados en sensibilización y convivencia— marcaron el tono: nada de política, religión ni fútbol, salvo excepciones que ambos han aprendido a sortear entre risas.
Hoy, cada martes sigue siendo suyo: un recordatorio de que la compañía, la empatía y el tiempo compartido también sanan.