Hace un mes que para Miquel hacer cualquier esfuerzo como cargar leña para su chimenea era imposible. Su corazón no se lo permitía. Estaba ingresado en un hospital y apenas podía caminar por el pasillo porque se ahogaba. Había tenido varios infartos y estaba al límite. Un transplante era imposible porque a Miquel le detectaron también un tumor. “Mi corazón, afirma, está muerto y todo el líquido que desprende va a los pulmones”.
Palabras de resignación que sin embargo cambiaban a esperanza en unos días. Los médicos se decidieron a implantarle un corazón que latiría fuera de su cuerpo. Una operación difícil, y complicada. Solo aquí en Madrid y en Navarra se había conseguido éxito. Aun así lo intentaron. Por eso afirma: “han surgido cosas que no estaban previstas, pero ha ido bien, sin incidencias y estamos contentos.”
Tras la operación, Miquel tuvo que aprender a vivir con su nuevo corazón. En realidad, se trata de una pequeña máquina. Afirma que “cada día se encuentro mejor y que está casi cien por cien. Dice que ya no se cansa y que su vida solo un mes después vuelve a ser casi normal.