La perla 'Peregrina', una de las mayores joyas de la colección de Elizabeth Taylor, llega a Madrid después de más de dos siglos, ya que José Bonaparte la robó en 1808. Christie's ha querido presentar en España esta pieza antes de su subasta, que tendrá lugar en Nueva York el próximo 13 de diciembre. Se trata de una pieza histórica y de gran valor, especialmente para España, ya que el rey Felipe II la adquirió en 1580 y el pintor Velázquez la incluyó en algunos de sus retratos. Además, miembros de la realeza como Margarita de Austria, Isabel de Borbón, María Luisa de Orleans o María Luisa de Borbón-Parma, lucieron esta perla hasta que pasó de moda.
Richard Burton, quinto marido de la actriz, adquirió esta perla en el año 1969 por 37.000 dólares, una puja en la que ganó al duque de Cádiz, y se la regaló a Liz, enamorada de las joyas, y que lució cuando interpretó a Ana Bolena.
Cuando Liz se convirtió en "custodia" de esta joya, decidió cambiar la cadena fina con perlas pequeñas que sustentaban a la Peregrina por otro montaje que ella misma diseñó, inspirado en un retrato de María Estuardo, y que es el actual engarce de esta joya.
Según ha destacado Pilar González de Gregorio, duquesa de Fernandina y directora general de Christie's en España, el "especial tamaño, color, brillo y percepción de la forma" convierten a esta pieza en "la mejor perla natural que hay en el mundo", compitiendo con la perla que llevaba María Tudor y otra que posee la Reina Sofía. En palabras de la duquesa, desde 1569, cuando fue descubierta, se ha conseguido averiguar "cada día de su existencia". A pesar del "montaje opulento" de esta joya, destaca que "lo que se ve siempre es la perla". "Estamos ante la más increíble, por calidad, propiedades y cualidades. Aunque no es la más grande del mundo, es única", ha señalado.
Su precio de salida será de entre dos y tres millones de dólares y se trata de la segunda mejor joya de la actriz. Por delante, y con una estimación de entre 2.500.000 y 3.500.000 dólares, se encuentra un diamante en forma de anillo que Liz lucía a menudo en su mano.