Juan García Arriaza llega con la bandera de Móstoles a la cima de Europa

  • Biólogo molecular, aventurero, fotógrafo y alpinista de 38 años nos muestra las cumbres más bellas del mundo

Hasta la cima nevada de la montaña rusa Elbrus, la más alta de Europa, llegó el pasado domingo la bandera de la localidad madrileña de Móstoles, de la mano de Juan García Arriaza, un alpinista que ha descrito su experiencia como "dura en extremo" pero también "muy emocionante y satisfactoria".

Embutido en su ropa especial para estos quehaceres, García Arriaza ascendió al último de los 5.642 metros de este pico de la Cordillera del Cáucaso para cumplir su empeño, parte de la iniciativa "7 Cumbres Solidarias" que en 2005 se propuso coronar la montaña más alta de cada continente y hacer en cada lugar una pequeña donación a niños necesitados.

Este biólogo molecular, aventurero, fotógrafo y alpinista de 38 años ha explicado en una conversación algunos pormenores de su viaje al Elbrus, la sexta etapa de un proyecto que inició con el también montañista Pablo Martín pero que, en esta ocasión y hasta terminar en el Everest "dentro de uno o dos años", seguirá en solitario.

La llegada a la cumbre de este monte de Kabardino-Balkaria -una de las repúblicas del Cáucaso Norte que forman parte de la Federación de Rusia- se produjo el pasado día 12 a las 14:30 horas después de once horas de ascenso.

"Lo que caracteriza a esta montaña es su desnivel de 1.600 metros, que la hace muy difícil, tanto que en algún momento pensé en abandonar", ha dicho García Arriaza al explicar el mal tiempo reinante, con temperaturas de 15 grados centígrados bajo cero y en medio de mucho viento y una niebla persistente que dificultaba la visibilidad.

El alpinista reconoce que esta montaña "no es técnicamente complicada" aunque sí exige "aguante sicológico" y "preparación para perseverar, para superar el estrés y las complicaciones" generadas por la necesidad de permanecer a 4.100 metros durante seis días, esperando el momento óptimo para acometer la cima.

Antes de emprender el ascenso final, juegan un papel importante -explica el alpinista- la preparación física, la alimentación que hayas tenido en los últimos días, la climatología y la aclimatación", entre otros factores.

En este viaje, financiado en parte por el Ayuntamiento de Móstoles, García Arriaza se encargó personalmente de la logística, de afrontar las gestiones y permisos ante la "complicada burocracia" rusa y de "hacer la compra" en una tienda local para sus necesidades a más de 4.000 metros de altura.

En la mochila, que ya albergaba un ordenador, un teléfono satélite, dos cámaras de fotografía y una de vídeo, también entraron los alimentos: bollos, galletas, sal, azúcar, sopas, queso, salchichas, pan, arroz y pasta, algunos de ellos deshidratados.

Juan explica que afrontar este viaje suponía el "reto" de ver cómo se manejaba solo en este estilo de expedición.

Eso sí, incomunicado no estuvo porque sacó tiempo para compartir su experiencia. Con la ayuda de la tecnología que llevaba en la bolsa, García Arriaza pudo llamar a su familia para dar noticias y para enterarse de la climatología, y envió algunas crónicas escritas con la narración de su expedición en el frío ruso.

De la llegada a la cumbre, el alpinista dice que es "una sensación difícil de explicar" en la que se mezclan una "emoción grande, tremenda" después de tantos días luchando por hacer realidad el objetivo, "y de felicidad por estar en el lugar que habías soñado".

Antes de emprender el regreso a Madrid, el alpinista madrileño acudió a un colegio infantil en el Valle de Baksan, donde se fue con varios niños a una tienda para comprarles material escolar.

"Ellos me iban diciendo lo que necesitaban", dice García Arriaza, quien asegura que se trata de "un pequeño grano de arena que los niños recibieron con una sonrisa, contentos porque un extraño les dejaba una ayuda".

A este montañista, que ya subió a las cumbres más altas de África (Kilimanjaro, 2005), Suramérica (Aconcagua, 2008), Oceanía (Pirámide de Carstensz, 2008), Antártida (Vinson, 2010) y Norteamérica (McKinley, 2011), le falta ahora en Asia el Everest, al que aspira subir en 2013 o en 2014.

Pero admite que "nada tiene que ver" el Everest (8.848 metros) con el Elbrus, pues en la montaña asiática, entre otras diferencias, "sólo el proceso de aclimatación puede llevar un mes" y la cantidad de dinero a desembolsar será inmensamente superior.