El Museo y Centro de Interpretación de Altamira encara su primer cuarto de siglo en el ’top 2’ por número de visitas entre los museos estatales de España y con el reto de mejorar su oferta museística y seguir garantizando la conservación preventiva de sus pinturas de 14.000 años de historia.
El edificio, proyectado por el arquitecto Juan Navarro Baldeweg, se inauguró el 17 de julio de 2001 tras años de investigación para lograr que una sala del museo, la neocueva, reprodujese de forma fiel el espacio, tal y como era durante el Paleolítico, de la cueva original cuando dejó de estar habitada.
A esa reproducción se sumó una exposición permanente dedicada a los tiempos de Altamira, con técnicas y recursos de vanguardia en aquel momento, donde se intercalaron las tradicionales vitrinas con paneles interactivos, audiovisuales, dibujos explicativos o reproducciones a escala 1/1 de arte rupestre cantábrico.
La actual directora de Altamira, Pilar Fatás, asegura a que la construcción del Museo y Centro de Interpretación fue “un auténtico hito” porque permitió eliminar todos los riesgos potenciales para las pinturas originales con la compra de 200.000 metros cuadrados de terreno en el entorno de la cueva.
En ese espacio se levantó la propuesta museística que permite a los visitantes conocer Altamira a través de una reproducción, porque la visita a la cueva original siempre va a ser limitada para razones de conservación.
Aun así, todos los visitantes aceptan la realidad de que a la cueva solo pueden verla un máximo de 5 personas por semana por la fragilidad de la llamada ‘Capilla Sixtina del arte rupestre'.