En pleno corazón de Winnipeg (Manitoba), hallamos uno de los edificios más emblemáticos de Canadá: el Museo de los Derechos Humanos.
Izzy Asper, un filántropo canadiense, dejó escrito en su testamento que quería fundar un museo dedicado a los Derechos Humanos.
Antoine Pedrock fue el encargado de diseñar esta obra de arte arquitectónica cuya representación parece inacabada a propósito para evidenciar que la lucha por los Derechos Humanos nunca acaba.
La entrada al museo cuesta 14 euros y en su interior podemos ver la Declaración Universal de los Derechos Humanos, personas que han remado en favor de la causa e historias que han marcado un antes y un después.