Así es la cámara acorazada que protege el oro de España

  • La sede central del Banco de España esconde una cámara acorazada en la que se guarda un tercio de las reservas de oro españolas
Foto: Redacción |Vídeo: Telemadrid

La sede central del Banco de España es uno de los edificios más representativos tanto de Madrid como de la arquitectura española del siglo XIX y comienzos del XX. Toda una manzana que alberga una de las instituciones más antiguas del mundo y que alberga un complejo de 115.000 metros cuadrados en el que trabajan más de 2.000 personas.

Su origen se remonta a 1782 con la creación del Banco de San Carlos durante el reinado de Carlos III. Esta institución, que pasó a ser el Banco de San Fernando en 1829 y, finalmente, el Banco de España en 1856, tuvo diversas sedes a lo largo de su historia.

Fue en 1882 cuando se decidió construir un nuevo edificio para asentar la sede del Banco de España, por lo que se adquirió el palacio del marqués de Alcañices, situado en la calle de Alcalá y con vuelta al Paseo del Prado. La primera piedra se colocó el 4 de julio de 1884, en un acto al que asistió el rey Alfonso XII, y el edificio fue inaugurado en 1891.

Sin embargo, a pesar de la monumentalidad del edificio, lo más asombroso del lugar se encuentra escondido a la vista: la cámara de oro del Banco de España y sus sistemas de seguridad.

Las medidas de seguridad

Las obras de la cámara acorazada del Banco de España encargada de custodiar las reservas de oro españolas comenzaron a finales de 1932 y contaron con 260 obreros que trabajaban en tres turnos. Su construcción, que costó aproximadamente unos nueve millones y medio de pesetas, terminó en dos años y medio, poco antes del inicio de la Guerra Civil. De hecho, durante la contienda, sirvió de refugio contra los bombardeos a las familias que habitaban el edificio del banco.

Con una superficie de 2.500 metros cuadrados, esta construcción de hormigón armado y cemento fundido se encuentra a unos 35 metros de profundidad y su diseño parece estar inspirado en la caja acorazada de la Caja de Ahorros de Viena.

Para poder acceder a ella es necesario atravesar varias puertas acorazadas. La primera y más grande pesa 16 toneladas y media, mientras que las siguientes están entre las nueve y las 14 toneladas. Además, hay rejas de seguridad, y nunca se abre una puerta sin haber cerrado la anterior. Aunque la entidad no detalla todas las medidas instaladas, sí que menciona “medios tecnológicos” al servicio de la seguridad del recinto.

Entre las medidas de seguridad más llamativas se encuentra una relacionada con el agua. En el caso de que alguien intente entrar en la cámara acorazada, el foso de acceso se inundaría por completo. El agua que inundaría esta sala procede de dos arroyos subterráneos: Las Pascualas, que corre casi a nivel de superficie a lo largo del Paseo de la Castellana, y Oropesa, que baja por la calle Alcalá y alimenta la fuente de Cibeles.

Este mecanismo de seguridad nunca se ha usado, ya que no ha habido ningún intento de robar el banco y llevarse el oro.

¿Qué esconde la cámara acorazada?

Estas precauciones sirven para proteger parte de las reservas de oro de España. Aunque no está todo en Madrid, se calcula que aquí puede haber, más o menos, un tercio de esas reservas, apiladas en estanterías del ingeniero Eiffel. Incluso algunos cuentan que la cámara podría contener 38 lingotes de oro nazi con el que Suiza pagó a España entre 1941 y 1945 y que tienen impresos el escudo del III Reich con su esvástica.

Además de los lingotes, la cámara protege una importante colección numismática, con medio millón de monedas con valor histórico o artístico, en su mayoría de oro. Estas monedas son de muy diversa procedencia y podemos encontrar desde piezas griegas, romanas, bizantinas, de la América hispana, francesas o británicas. También cuenta con una completa colección de dólares de oro, acuñados desde el siglo XVII, y con una colección, menos numerosa, de piezas de plata.

Por otro lado, en el edificio de Banco España hay más de 5.300 obras de arte: retratos de Goya y obras de Tàpies, Chillida y Oteiza, entre otros. Y eso no es todo, porque desde la segunda mitad del siglo XX, la colección de arte se ha enriquecido con nuevas disciplinas, como la escultura o la fotografía.

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