Hace más de dos décadas, Diego decidió abandonar su profesión para dedicarse a lo que realmente le hacía feliz: el mundo del Scalextric. Una afición de infancia que transformó en empresa y que hoy reúne a coleccionistas y amantes del slot de todo el mundo.
Su familia lo apoyó desde el primer momento. “Siempre me dijeron: sé honrado y busca la felicidad. Con eso tuve claro que debía intentarlo”, asegura.
El proceso de fabricación de cada coche puede durar hasta dos años, ya que no se trata de un modelo estático, sino de una maqueta funcional que debe comportarse en la pista como un vehículo real. “Aquí no hay producción masiva, es pura artesanía con ingeniería”, explica Diego.