En Miraflores de la Sierra aún resuena la memoria de Antonio Robledo Palomino, más conocido como el tío Francachela, un personaje que en pleno siglo XIX alcanzó fama popular como cazador de alimañas y protector de los rebaños de la comarca.
Su historia, transmitida de generación en generación, lo recuerda como un niño pastor que con apenas nueve años se enfrentó a un lobo, logrando abatirlo con la culata de una escopeta para defender el ganado.
Procedente de una familia humilde de pastores, Francachela creció en un entorno marcado por la ganadería y la amenaza constante de los lobos, que en aquella época poblaban la sierra y causaban graves estragos en los rebaños.
Su habilidad y coraje pronto lo convirtieron en un referente para los pueblos serranos, que incluso llegaron a solicitar a la Diputación provincial que le otorgara una pensión vitalicia en reconocimiento a sus servicios.
Con el tiempo, su vida y hazañas fueron recogidas en una biografía titulada El varón de Ker, consolidando así su lugar en la memoria colectiva.