Miles de personas participaron hoy "con miedo, pero con reivindicación", en la Marcha del Orgullo LGTB de la ciudad santa de Jerusalén, entre impenetrables medidas de seguridad tras la agresión mortal de 2015 y que se centró en condenar la injerencia de la hegemonía religiosa en Israel.
Poco antes de 18.00 hora local (15.00 GMT), un grupo de ultraortodoxos y extrema derecha se posicionaron frente al Parque de la Libertad, en la zona oeste de la ciudad, para condenar la Marcha LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales): "Es una inmoralidad y viola los mandamientos de la Torá", rezaba uno de los carteles.
Dentro del parque habían sido convocados los miles de asistentes al acto reivindicativo, donde recibieron un brazalete identificativo que les permitía unirse a la marcha, de la que quedaba excluido durante todo el recorrido quien no lo tuviera.
Los accesos estuvieron protegidos desde horas antes con un doble perímetro de seguridad y vallas custodiadas por cientos de agentes de la Policía, desplegados cada pocos metros, así que la fiesta no estalló hasta el final de su recorrido, poco antes de llegar al Parque de la Independencia.
Participantes como Ido Meir de Jerusalén agradecían que "unas 15.000 personas hubieran asistido este año", un número menor que el pasado cuando fue la marcha más concurrida, al ser la primera tras el asesinato por un ultraortodoxo de una adolescente en 2015.
Hoy, como el año pasado, hubo un recuerdo para Shira Banki, cuyo retrato estaba justo en el punto donde el extremista Yishai Shlisel la apuñaló e hirió a otros seis asistentes.
"Está el factor del miedo. Mucha gente piensa que lo que ocurrió en 2015 puede volver a pasar, pero necesitamos conquistar nuestros miedos y caminar", declaró Meir a Efe desde la cabeza de la protesta.
Veintidós personas sospechosas fueron detenidas, una de ellas con un cuchillo, en los alrededores del evento, así como otra de 33 años residente en el centro del país que colgó en la red social Facebook amenazas contra la marcha y a la que un juez prohibió entrar en Jerusalén hasta mañana viernes, informó el portavoz policial Micky Rosenfeld.
Al contrario que en la vecina Tel Aviv, en Madrid o en otras ciudades europeas, el Orgullo en Jerusalén es un acto marcado por la contención, la sobriedad y poca música, sin carrozas, ni bailes y que, a pesar de tener un punto festivo, es muy comedido por ser consciente de la hostilidad que le rodea.
La cabecera, en la que se leía "Hora de Amar. Marcha del Orgullo y la Tolerancia de Jerusalén", se centró este año en la relación entre la religión y el Estado.
"Es una lucha para combatir los grupos hegemónicos religiosos en Israel, sobre todo de judíos, que tiene mucho poder en nuestras vidas, y ya no podemos esperar más", aseguró Eran Globus, presidente de Casa Abierta de Jerusalén, que organiza desde hace dieciséis años el evento.
Además reivindicaron la integración del colectivo LGTB en las comunidades religiosas más conservadoras, ya que se sienten discriminados tanto en su círculo religioso como dentro del propio movimiento homosexual, explicó Globus.
En el acto de hoy también se mencionó especialmente la gestación subrogada, en el día en que el Tribunal Supremo tendría que haberse pronunciado sobre una petición contra la discriminación de la ley israelí, que solo permite ese supuesto a parejas heterosexuales.
"El Supremo ha reconocido que se trata de una ley discriminatoria y ha dado seis meses al Gobierno para que lo solucione", dijo Globus a Efe.
Desde la Casa Abierta aseguran que el colectivo LGTB siente que el Gobierno no apoya el avance de sus derechos y que la marcha de hoy, con un marcado tinte político, sirve para enviar un mensaje: "Estamos aquí y no vamos a ser ciudadanos de segunda clase".