Érase un artista a un sombrero pegado, que con su rock aflamencado abarrotaba recintos y creaba tendencia en el vestir. Su nombre, El Barrio, y esta noche, el cantautor gaditano ha hecho honor a su fama, atestando el Palacio de los Deportes de Madrid en el multitudinario arranque de gira de su nuevo disco.
Como si de una convención de fanáticos de los sombreros de saldo se tratara, miles de personas con la cabeza cubierta han inundado el recinto madrileño y disfrutado de una exitosa actuación de más de dos horas, sin sorpresas y dentro de lo esperado, para un artista habituado a arrasar allá por donde pisa.
En un escenario cubierto de espejos, en clara alusión al título de su décimo álbum, "Espejos", el músico andaluz ha reflejado en su concierto la devoción y entrega de los casi 15.000 acólitos que se han citado para bailar, corear y palmear al son de su popular flamenco fusión.
El eje del repertorio ha sido ese último disco, que El Barrio ha llegado a interpretar en su práctica totalidad, mientras los citados espejos, a modo de pantalla, mostraban distintos ambientes acordes con la temática y el tono de cada una de las composiciones.
Tras las insistentes demandas del mar de sombreros, que ha vitoreado el primer apagón de luces como si no hubiera un mañana, El Barrio ha irrumpido con unos versos poéticos, para inmediatamente proseguir con un ambicioso y atronador arranque rockero de 10 minutos de duración, sin letra y con las guitarras de protagonistas.
Así, sacando a relucir esa vena que lo emparenta con Medina Azara, el músico, con admirable puntualidad, ha iniciado un recital abierto por una ensordecedora "Na de na", cuyo exceso de decibelios no ha hecho volar, de milagro, los sombreros de los asistentes.
Con esas canciones cortadas por un mismo patrón, que arrancan suavemente para después explotar con un marchoso ritmo que obliga a bailar a sus fans, El Barrio, sin descubrirse la testa pero cambiando de camisa a cada instante, ha satisfecho a su público, al que ha aplaudido por "los cojones de venir aquí con la que está cayendo".
"El viejo verano" ha sacado su lado más flamenco, para después volver al rock andaluz de la celebradísima "Requiem por una Magdalena", que ha continuado con fragmentos a capela de algunos de sus mayores éxitos, con el fin de emocionar al auditorio y ganárselo.
Pidiendo palmas, El Barrio ha interpretado "Buena, bonita y barata" y la sentida "La cuna del inocente", tema que pretende llegar "al corazón" y, como el álbum entero, "reflejar todos los estados de ánimo por los que pasan las personas y que así se sientan reflejadas en la música, de ahí el nombre 'Espejos'", según ha manifestado.
Sin apenas variaciones estilísticas ha llegado "Crónicas de una loca" y el tema interpretado a varias voces "Surestao", entre El Barrio y sus coristas, donde la gente agitaba sus sombreros en señal de ovación.
Las luces apagadas han traído de nuevo el rock andaluz a la pista, antes del momento cumbre marcado por "Somos los barrieros", ese himno de El Barrio donde, revelándose como líder, el cantautor reivindica los valores y actitud de los aficionados a su música.
La muy animada "El correo de la noche" ha precedido a la intimista "El recuerdo" y a "El primavera", con la que el artista ha retrocedido diez años atrás en su carrera, para luego volver al presente con uno de sus últimos éxitos, "Lágrimas de hierro".
Ha sido entonces cuando las gradas se han puesto de pie con el hit "Pa Madrid", otro momento cumbre de un repertorio de más de 20 canciones que levantaron las pasiones de un público entregadísimo durante todo el tramo final, en temas como "Mi amor", "Buen color" o "El raro".
Y para sorpresa de propios y extraños, El Barrio ha concluido con dos canciones de su nuevo disco, en lugar de cerrar con algún tema clásico, aunque eso poco parece haber importado a sus seguidores, que han acabado exhaustos y saciados con su dosis de flamenco sazonado con pop y rock.