Miquel Silvestre está en la región siberiana del Altaï. Recorre una de las carreteras más bellas del mundo: la Chuya Highway, construida en los años 30 del siglo XX por prisioneros políticos para superar una cordillera y unir el nuevo imperio ruso soviético con el estado comunista de Mongolia.
Pero casi en la frontera, sucederá una catástrofe que comprometerá el final del viaje.