'El piso rojo', un museo que recrea un típico hogar búlgaro de los años 80

  • Durante la época del comunismo en Bulgaria, la literatura extranjera estaba prohibida 
Foto: Redacción |Vídeo: Telemadrid

'El piso rojo' es un museo que se encuentra en Sofía y representa la casa de una familia media de la época del comunismo en Bulgaria en los años 80.

Y qué mejor guía para esta visita que el marido de Marta, una de nuestras madrileñas que se casó con este búlgaro al cual este museo le trae enormes recuerdos de su infancia en el país.

Lo primero que nos encontramos es un cartel colgado en la puerta principal de esta vivienda que dice "esto es una casa ejemplar" y tenerlo ya significaba que la familia destacaba un poco por encima de las demás.

En este época, dependiendo de los méritos que tenías, se podía tardar entre 5 y 10 años el tener una vivienda en propiedad porque, antes, había que solicitarlo al Gobierno.

Continuamos la visita en el interior de la casa decorada con los muebles típicos de los 80, grandes estanterías, una pequeña televisión. Lo que no se podía tener porque estaba prohibido era literatura extranjera y, también, algunos escritorios búlgaros. Hemingway, por ejemplo, era uno de los vetados en los hogares del comunismo.

Y entre las obras y pertenencias permitidas, encontramos una fotografía de Georgi Ivanov, el primer búlgaro en llegar al espacio, un ídolo para los ciudadanos de este país que viajó con los rusos.

Nos adentramos en la clásica habitación de un joven de la época donde destaca un gran gramófono, un objeto bastante exclusivo para la época y que no se podía encontrar en todos los hogares de clase media. Solo aquellas familias que tenían a uno de sus miembros trabajando en el extranjero se hacían con uno.

Lo que sí era mucho más común era tener la típica bicicleta metálica que servía de transporte para los niños para acudir al colegio o a hacer recados, a pesar de que su precio no era nada asequible ya que podía suponer medio sueldo de un búlgaro.

La mayor parte de los objetos que forman parte de la colección de este museo son de un único propietario.

"Comerse un simple huevo Kinder podía ser tu regalo de Navidad"

Pero si hay una estancia claramente representativa es el cuarto de baño, una pequeña habitación completamente alicatada para protegerla del agua ya que la ducha no tenía ni mampara o cortina ni tampoco plato de ducha. El desagüe estaba directamente en el suelo del baño y todo quedaba mojado después de ducharse, algo a lo que los búlgaros estaban acostumbrados.

Nuestro viaje en el tiempo culmina en la cocina, con electrodomésticos básicos y algunos productos exclusivos como el café de marca que traían de otros países cercanos.

Una anécdota que nos cuenta el marido de Marta es que, en esta época, "comerse un simple huevo Kinder podía ser tu regalo de Navidad".

La entrada a este museo cuesta 9 euros.

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