El lunes 28 de abril de 2025 quedará grabado en la memoria colectiva de España como el día en que el país se sumió en la oscuridad. Un apagón masivo, sin precedentes recientes, dejó a millones de ciudadanos sin suministro eléctrico durante horas, desencadenando el caos en las calles, el transporte y la vida cotidiana. Entre los colectivos más afectados, los taxistas madrileños vivieron una jornada que osciló entre el desespero y la solidaridad.
En la parada de taxis de Atocha, las conversaciones de esta mañana aún giraban en torno al colapso vivido. Juan, un taxista con años de experiencia, lo resume así: "Ayer esto fue un caos total. Tardé dos horas y media en un trayecto que suelo hacer en 20 minutos. Al final, solo eché siete horas de trabajo porque era imposible moverse: los semáforos no funcionaban, la gente cruzaba por cualquier sitio… No era trabajar, era estar parado".
El colapso vial fue generalizado. Sin semáforos, sin trenes, sin metros, autobuses llenos, intersecciones bloqueadas y peatones desorientados.
Javier, otro taxista, tuvo más suerte: el apagón le sorprendió en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. "Nos pensábamos que hoy podía ser parecido, pero no tiene nada que ver. Parece que todo está volviendo a la normalidad", comenta aliviado.
Sin embargo, el lunes fue distinto: "Fue una jornada para no olvidar. Estaba en la T4 esperando clientes cuando empezaron a llegar mensajes de compañeros por WhatsApp. Había mucha incertidumbre".
Uno de sus pasajeros, un joven que necesitaba llegar a Getafe, había sacado dinero en efectivo ante la imposibilidad de pagar con tarjeta. "Me abonó parte y me dejó dinero a pagar, que si me lo paga bien y si no también bien", afirma.
"Yo mismo tardé casi cuatro horas en llegar a casa después. La gente me paraba pidiendo que los llevara, pero no podía comprometerme: no sabía ni si tendría gasolina suficiente o si podría entrar en mi garaje", añade.
Una historia destacada es la de Ayesha, la única mujer pakistaní taxista en Madrid. Su generosidad brilló en medio del desorden. "Ayer yo trabajé doce horas. No podíamos ir a casa; la gente estaba durmiendo en la calle", relata.
Ella se encontró transportando a una joven que debía viajar a Galicia, pero debido al apagón no había trenes disponibles ni hoteles donde hospedarse. A pesar de contar solo con 50 euros, Ayesha decidió llevarla al aeropuerto: "Hay que ayudar".
Este apagón ha dejado una huella imborrable en las memorias colectivas y ha evidenciado la resiliencia y solidaridad de los ciudadanos españoles ante situaciones adversas. Las caras cansadas y preocupadas reflejan un lunes que pasará a la historia como un día donde las luces se apagaron, pero donde también brillaron actos de bondad y humanidad.