Esto es gracias a los fenicios, que trajeron el olivo desde Oriente Medio, y a los romanos que construyeron la almazara.
Allí se conseguía el aceite de una forma muy tradicional, pero que a día de hoy sigue siendo utilizado. Además, el aceite se mantenía en vasijas de cerámicas para mantener una temperatura constante y poder ser comercializado.