Roberto Torretta, año 30

En un sector como la moda, donde mantenerse es un mérito en sí mimo, Roberto Torretta cumple 30 años sin que el tiempo parezca pasarle factura. Con un imaginario instalado en el clasicismo, el diseñador ha evitado desgastarse gracias a una fórmula que poco tiene que ver con las tendencias: "Tener un criterio, ser fiel a él y a sus evoluciones".

Pero la clave del éxito no acaba ahí: "Si el mérito de estas tres décadas ha sido perdurar, mi habilidad ha sido también saber adaptarme y rodearme del equipo adecuado", desgrana Roberto Torretta en una entrevista con Efe Estilo con motivo de su 30 aniversario sobre la pasarela.

Y es que cuando comenzó a diseñar, allá por los 80, "¡todavía se dibujaba a lápiz!". Ahora todo ha cambiado y lo ha hecho de una manera radical: la comunicación a través de las redes sociales, los nuevos canales de distribución en internet o el diseño por ordenador, un mundo al que él no pertenece, añade.

Sus clientas buscan sus prendas "hechas de un modo artesanal", pero también lo que desprende cada una de ellas, "sensualidad, feminidad y elegancia". Si en alguna temporada se ha dejado "tentar por otras tendencias", ha metido la pata, por eso solo se fía de su intuición y un "no sé si está de moda, pero a mí me gusta".

Y es que, más allá de la estética, para Torretta la moda "es un instrumento de comunicación, muy directo", ya que a través de la ropa cada uno "transmite su estado de ánimo, su manera de pensar".

¿Alguna cosa que jamás hubiera pensado que haría y ha hecho? En moda ha aprendido que nunca puedes decir "esto no lo haré" y explica: "Después de los ochenta, unos años muy dudosos en cuestión de estética, juré no usar nunca más hombreras, pero luego lo hice, con otra silueta muy evolucionada, y me pasó lo mismo con el amarillo", aduce.

En estas tres décadas sobre la pasarela, el diseñador de origen argentino también ha visto muchas crisis, aunque reconoce que ninguna como la de ahora, lo que le ha obligado a hacer cambios "a lo bestia", afirma en su "atelier" ubicado en el barrio madrileño de Tetuán y diseñado por Patricia Urquiola.

Una de las medidas de las que más orgulloso se siente es la del proceso de internacionalización de su firma: los últimos cinco años ha desfilado en la pasarela de Moscú, cuenta con presencia en tiendas multimarcas en el extranjero -dos de ellas en Londres- y se ha adentrado en el mundo de las licencias, una actividad que le divierte, porque no deja de ser "aplicar creatividad" a otras cosas.

Mantenerse en un ecosistema tan competitivo y escrutado como el de la moda "es dificilísimo", sobre todo cuando "tienes el peso del prestigio" y mantenerlo "es agotador". Por eso, a veces ha pensado en dejarlo, pero también reconoce que su trabajo le parece "maravilloso", y esta es la razón de que nunca le veremos despedirse de la pasarela.

"Me encanta lo que hago, nunca dejaré de trabajar, es algo que no concibo", sentencia el diseñador, cuya hija, María, ya está involucrada al cien por cien en la firma Roberto Torretta, que siempre ha contado con un cariz muy familiar: su idilio con el mundo de la moda comenzó con la tienda Berlín, que abrió en los 80 junto a su mujer, Carmen Echevarría, que continúa a su lado en el estudio.

Torretta se pone melancólico al recordar aquellos inicios, en los que no había "bussiness plan", todo se hacía por "pura intuición" y aprendían sobre la marcha. "Sin darnos cuenta estábamos en el centro de la Movida, fue una época mágica. No nos dábamos cuenta de lo que estábamos viviendo", explica con melancolía.

"Soy de tendencia nostálgica, pero me lo prohíben porque no me hace bien. He tenido la suerte de tener una vida muy activa. Buenos Aires tenía una actividad cultural increíble cuando me marché; luego llegué a España y no había nada, pero de repente empezó todo. Viví dos veces eso (ese renacer) y fue todo un privilegio", recuerda.

¿Qué aconsejaría a alguien que está empezando? Ante todo "talento", pero también que sepa combinar "la parte creativa con un equipo en la parte comercial". Él, al principio, hacía y deshacía con libertad, y "eso es bárbaro, no lo debes perder", pero reconoce que, por más que quiera "hacerse el 'hippy'", la realidad es "bestial".

Sus prendas le han granjeado a lo largo de estos 30 años un fiel club de seguidoras que le han acompañado a lo largo de sesenta colecciones: "Las mujeres son más fieles que los hombres. Si hubiera hecho ropa para hombre, otra historia tendría", concluye.