El papa Benedicto XVI dijo hoy que el mensaje cristiano cada vez incide menos en la vida de las personas y que por ello la unidad de los cristianos es más necesaria que nunca para anunciar "de manera siempre más creíble el Evangelio a los que no lo conocen o los que se han olvidado de él".
El pontífice hizo estas manifestaciones en la basílica de San Pablo Extramuros, en las afueras de Roma, donde clausuró la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, en la que, ante representantes católicos, ortodoxos y protestantes, volvió a calificar la división de los cristianos como un "escándalo".
Ante la presencia del metropolita Gennadios, representante del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla; del reverendo David Richardson, del Arzobispado de Canterbury, y de miembros de otras iglesias cristianas, Benedicto XVI hizo un nuevo llamamiento en aras de la unidad de los cristianos y dijo que los temas doctrinales que aún les separan "no deben ser pasados por alto o minimizados".
"Esos temas deben ser afrontados con valentía, en un espíritu de fraternidad y de respeto recíproco", subrayó.
El Papa se refirió a la situación del cristianismo en el mundo y afirmó que en la sociedad actual "el mensaje cristiano cada vez incide menos en la vida personal y comunitaria, y ello supone un desafío para todas las iglesias y comunidades eclesiales".
"La unidad es un medio privilegiado, casi la premisa para anunciar de manera cada vez más creíble la fe a aquellos que no conocen todavía al Salvador o que habiendo recibido el anuncio del Evangelio casi lo han olvidado", afirmó el papa.
El Obispo de Roma agregó que el "escándalo" de la separación es lo que ha dado impulso al movimiento ecuménico y que la plena y visible comunión entre los cristianos hay que entenderla como la característica fundamental para un testimonio "aún más claro".
Benedicto XVI denunció las dificultades en las que viven muchos cristianos en el mundo y expresó su solidaridad con los de India "que muchas veces tienen que testimoniar la fe en condiciones difíciles".
El Pontífice exhortó a los cristianos a caminar "por encima de las barreras, el odio, el racismo y la discriminación social y religiosa que dividen y dañan la sociedad completa.
La unidad de los cristianos se rompió por vez primera tras el concilio de Efeso, en el año 431, cuando se separó la Iglesia asiria, o persa.
Tras el concilio de Calcedonia, en el año 451, se separaron las iglesias coptas, siria, etíope y armenia, que habían abrazado la tesis del monofisismo, según la cual Cristo sólo tenía una naturaleza, la divina, y era hombre solo en apariencia.
El Concilio de Calcedonia condenó el monofisismo y definió la doble naturaleza de Cristo, humana y divina, unidas sustancialmente en una sola persona divina.
En el siglo XI, en 1054, se produjo el gran cisma, cuando se separaron las iglesias de Oriente y Occidente, tras las excomuniones del papa León IX y del patriarca Miguel Cerulario.
A las dos grandes iglesias les separan razones teológicas, como el rechazo de los ortodoxos al primado de Roma y la negativa de la infalibilidad del Papa.
Los ortodoxos no reconocen la validez de los sacramentos católicos, al contrario que la iglesia Católica, que sí admite, desde el Vaticano II, los de la iglesia Ortodoxa.
Además, los ortodoxos culpan a Roma de proselitismo y de intentar expandirse en territorios hasta ahora bajo su control.
La última gran separación se produjo en el siglo XVI (1517) con la reforma protestante de Lutero.
Visto que el primado de Pedro es uno de los escollos para la unidad, Benedicto XVI expresó a la iglesia Ortodoxa su deseo de que se estudien las formas para que su ministerio como obispo de Roma pueda realizar un servicio reconocido por todos.
En noviembre de 2007 las iglesias ortodoxas reconocieron al obispo de Roma como "primer patriarca", aunque siguen discrepando con los católicos sobre la interpretación de sus prerrogativas, según un documento conjunto aprobado por la Comisión Mixta para el Diálogo Teológico entre Católicos y Ortodoxos.