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Los pueblos de Madrid y sus nombres: los árboles
- Álamos, fresnos, acebos, pinos, olmos, perales, quejigos o manzanos son árboles bien representados en localidades de la Comunidad de Madrid
En la toponimia madrileña los árboles cuentan con una buena representación. Muchas localidades han unido a su nombre el de un árbol o todo un bosque, según el caso. Y es que la madera, los frutos y los oficios de la naturaleza relacionados con ella han estado muy presentes en las historias locales.
Las que nos hablan de los que talaban los árboles, los que cocían el picón para los braseros, pasando por serrerías, gabarreros, vareadores, trasmochadores o plantadores y recolectores de frutales.
FRESNOS Y ACEBOS
De los fresnos nos encontramos el enclave de La Fresneda (El Escorial), la localidad de Fresnedillas de la Oliva en la Sierra Oeste, Aldea del Fresno a orillas del Alberche y Fresno de Torote, un despoblado que aún sigue siendo la cabeza de su núcleo más poblado, Serracines.
El acebo, planta arbustiva que alcanza tamaños de hasta 10 metros de altura, está protegido. No se puede usar como ornamental a pesar de que algunos suelen arrancar ramas o incluso toda la plantita cuando se acercan las Navidades. En la Comunidad de Madrid está La Acebeda, en la Sierra Norte. También en Robregordo encontramos el paraje del Acebal de Robregordo, la dehesa de esta localidad.
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ÁLAMOS Y ALAMINES
Los álamos constituyen una de las familias de árboles con más especies distintas. Son fáciles de reconocer los 'cuarteles' de choperas o alamedas próximas a ríos. Crean zonas de sombra frondosa con un crecimiento rápido y son apreciados por su madera para uso industrial y su capacidad de recuperar suelos degradados.
Este árbol da nombre a localidades como El Álamo, en el suroeste de la región; Alameda del Valle, en el valle del Lozoya; Santa María de la Alameda, haciendo frontera con Ávila; Torres de la Alameda, al este en la comarca de Alcalá.
Por derivación, incluimos aquí el despoblado de El Alamín, en Villa del Prado, que fue creado en los años 50 por el marqués de Comillas para alojar a sus trabajadores. Contaba con iglesia, colegios, bar y una tienda. Las casas tenían luz, agua y aseos. Algo impensable en muchas viviendas de los alrededores en aquella época. En los años 90 El Alamín perdió sus últimos vecinos.
LOS FRUTALES
Hay que buscar mucho para encontrar un manzano, pero en Manzanares El Real los hubo. Dicen que se cultivaban en las tierras más fértiles, hoy bajo las aguas del embalse de Santillana.
El río que atraviesa la localidad es el Manzanares, pero no siempre fue así porque antes a este cauce se le conocía como Guadarrama (río de arena en árabe). De hecho, el Manzanares nace en el Alto de Guarramillas o de Guadarramillas, cerca de la conocida Bola del Mundo de la Sierra de Guadarrama.
Hoyo de Manzanares también tiene este frutal en su topónimo. Sus manzanos son los del Real de Manzanares, posesión de la todopoderosa familia Mendoza. Su origen no es, por tanto, una plantación de manzanos. Tal vez haya que buscarla cerca del yacimiento visigodo de La Cabilda (siglo VII).
De las manzanas a las peras. Perales de Tajuña lleva esta fruta como nombre pero en su historia lo que destaca es la curiosidad de sus viviendas excavadas en las altas paredes de los riscos y su resistencia a ser conquistados por otros pueblos. Parece que solo los romanos pudieron doblegar a aquellos peraleños que dominaban sobre la fértil Vega del Tajuña.
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Perales del Río es ahora un barrio de Getafe, pero fue villa cuando la población getafense era administrativamente el 'lugar' de Getafe. Aquí los perales hacen referencia a la familia Perales, terratenientes y dueños de algunos de los mayores rebaños de ovejas de España. Y es que por esta zona atraviesa la Cañada Real de las Merinas.
Villanueva de Perales está ligado a Perales de Milla. Dos perales con mucha historia. El primero en surgir fue Perales de Milla, hoy en día un despoblado y propiedad privada. Con el paso del tiempo se fue creando otro núcleo cercano a la Milla que recibió el nombre de Villa Nueva de Perales o Villanueva de Perales.
En Perales de Tajuña seguramente fueron los caracitanos, pueblo troglodita que habitó sus conocidas casas-cueva, los que plantaron los primeros perales. El general romano Sartorio en el siglo I doblegó la resistencia de los carpetanos y les obligó a poblar la fértil vega del Tajuña.
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OLMOS, QUEJIGOS Y OLIVOS
Muchos pueblos tuvieron en su plaza principal un olmo u olma. Algunos mantienen este árbol símbolo de la municipalidad, de los tiemps en los que a su sombra y cobijo se celebraban ferias, se llegaba a acuerdos, se firmaban contratos o se reunía el concejo. Algunos se refieren de manera indistinta al olmo y al álamo.
En Madrid, Vadeolmos agrupado a Alalpardo desde 1994 mantiene el olmo en su nombre y en su escudo. El nombre de la localidad no deja muchas dudas: valle de olmos. Y así era en la descripción que se hizo en tiempos de Felipe II del Val de Olmos, una tierra habitada por gentes que vivían en casas de olmo y pino entre otras maderas.
Villar del Olmo tiene en su fundación dos historias en las que los olmos/álamos entran de lleno. En el siglo XVIII se describía el pueblo cercano a un bosquete de álamos negros a la orilla del arroyo. También cita Felipe Alonso (autor del célebre título 'Misterios, anécdotas y leyendas de la Comunidad de Madrid') que Villar se fundó como una agrupación de casas en torno a un álamo.
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Olmeda de las Fuentes, en su origen Olmeda de las Cebollas, es una localidad llena de arte e historia. Residencia durante años de un colectivo importamte de pintores, fue además patria del descubridor de las fuentes del Nilo, Pedro Páez Jaramillo.
Y en estas tierras los olmos abundaron entre las huertas que fueron primero abandonadas para acudir a trabajar a Nuevo Baztán y luego fueron recuperadas tras el declive del proyecto industrial ilustrado de Juan de Goyeneche allá en el siglo XVIII.
Navalquejigo es un núcleo de El Escorial. Algunos lo citan como despoblado pero no lo es tanto. El nombre hace referencia al quejigo, de la familia de los robles. Una madera muy apreciada para, por ejemplo, la construcción del cercano Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. La historia de esta población está ligada a la familia Arroyo, dueños del lugar y promotores de urbanizaciones.
Olivos haylos en la Comunidad de Madrid y producen no una gran cantidad de aceite pero si de aceptable calidad. Algo que le ha valido el sello europeo de la DO Aceite de Madrid. En Fresnedillas de la Oliva encontramos un doblete de fresnos y olivos.
Y en Patones se da cuenta de un núcleo denominado La Oliva, situado en las alturas de esta población y de cuyo restos queda un importante yacimiento arqueológico.
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ENCINAS, ENDRINOS Y PINOS
Uno de los árboles más emblemáticos de España, y del mundo mediterráneo en general, es la encina (los quercus). Bosques enteros siguen presentes en los alrededores de Madrid, algunos a merced de planes inmobiliarios o del desarrollo de infraestructuras.
De la encina y sus familiares encontramos en Alcalá de Henares El Encín, núcleo poblacional y ahora finca regional de experiencias agroalimentarias.
Algunos estudios incluso indican que el origen de Alcorcón es un híbrido del árabe 'Al' y el latín 'quercus'. Otro de esta familia de árboles es el alcornoque que guarda alguna semejanza fonética con Alcorcón.
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Los robles también son quercus y en el norte de la Comunidad se encuentra Robledillo de la Jara, localidad con un nombre muy botánico, sin duda.
En Robregordo, del que ya hablamos por su acebal, el nombre lo dice todo. Y su Ayuntamiento lo cita así: "...convienen los cronistas en que se debe a los corpulentos robles que había en el término o en los aledaños...". Y los robles, otros, siguen allí y se pueden ver a través de los caminos que recorren esta localidad próxima a las cumbres de Somosierra.
Pinilla del Valle y Pinilla de Buitrago, ambas poblaciones serranas, comparten palabras en sus topónimos, pero no necesariamente con el mismo origen. De los extensos pinares que habría antaño poco queda, así que puede que la referencia sean también los pinillos, una planta que desprende un olor similar al pino.
Si alguien vio aquellos pinares o las praderas de pinillos fueron seguramente los primeros madrileños que se asentaron en lo que conocemos como el Valle de los Neandertales, en Pinilla del Valle.