La clase media se empobrece

  • Uno de cada cuatro españoles está en el umbral de la pobreza
  • La clase media gasta menos en ocio, ropa y gastos de la casa

Todo vale con tal de ahorrar. Se apagan más las luces de casa, se deja de ir a los bares de copa, se buscan las gasolineras más baratas, se compran menos solomillos y más pechugas de pollos. Son algunos de los gestos que los ciudadanos reconocen hacer aún no habiendo sufrido una merma de sus ingresos. Ni que decir tiene que quienes han entrado en el umbral de la pobreza por culpa de la crisis lo hacen y en mayor medida. Sólo en el último año ha aumentado en un millón de personas el número de gente que cobra menos de 60% del salario medio en España. Es decir que uno de cada cuatro ciudadanos españoles ha atravesado el umbral de la pobreza. Según Gema Gallardo , presidenta de la Red madrileña de lucha contra la pobreza y la exclusión social, en ese grupo se incluye todo aquel que cumpla cuatro privaciones, por ejemplo no poder pagar un alquiler o hipoteca, no comer carne o pescado tres veces a la semana, no poder hacer frente al gasto de un teléfono o a un gasto imprevisto.

La pobreza aumenta pero "la economía de guerra" se impone en todos los hogares de la clase media. Por ejemplo casi siete de cada diez ciudadanos reconoce que ha cambiado sus hábitos de ocio y vacaciones. Un porcentaje similar reconoce que intenta gastar menos luz, agua o gas, y seis de cada diez ciudadanos gastan menos en ropa y calzado. La salud se resiente menos ya que sólo uno de cada cuatro consultados asegura que ha reducido su gasto en médicos o dentistas.

La alimentacion también ha cambiado, según reconocen los españoles en un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas presentado a finales de 2011. El 41'6% admite que compra de diferente manera: menos fruta, ternera y pescado o mariscos frescos y más pollo, conservas y productos congelados.

Nos movemos menos en coche y utilizamos más el transporte público. Basta señalar un dato. En 2011 se produjeron 35 millones de desplazamientos menos que hace cuatro años. En definitiva, la crisis aprieta incluso el cinturón de quien no la sufre.