Musical feelgood, jukebox y drag queen son algunas de las etiquetas de Priscilla, reina del desierto, la producción que aparcará su espectacular autobús y sus casi tres millones de presupuesto en el Teatro Nuevo Alcalá desde el 2 de octubre para quedarse, al menos, una temporada en Madrid.
Luego esperan estar "por España" otras dos temporadas, han explicado en rueda de prensa su director asociado, Dean Bryant, los productores ejecutivos, Marcos Cámara y Juan José Rivero, y sus protagonistas: Mariano Peña -el popular Mauricio de "Aida"-, Jaime Zatarain, Christian Escuredo y David Muro.
Cuarenta artistas, elegidos de entre 1.400, en escena; 500 trajes, 200 pelucas, tocados y sombreros; 250 zapatos y un autobús real totalmente robotizado en escena, son algunas de las cifras de un musical que se estrenó en Sidney en 2006 y en 2009 en el West End londinense -de donde procede- y que ahora estará, simultáneamente, en Madrid, Seúl, Atenas y Manila.
Las experiencias de tres amigos que recorren el desierto australiano a bordo de Priscilla, un desvencijado autobús, representando un espectáculo drag se ha convertido en su traslado del cine a la escena en la interpretación de los 25 "mejores estándar" de la música pop, un jukebox "lleno de creatividad y humor para todos los públicos".
DIVAS, PLUMAS Y LENTEJUELAS
El universo dragqueen, sus "plumas, pestañas, licras y coreografías", se apropia de los éxitos de divas como Donna Summer, Madonna, Tina Turner o Gloria Gaynor, interpretados en directo, con una orquesta de nueve maestros, dirigidos por Manu Guix, y el refuerzo de un coro que le da mayor peso a los temas.
Han intentado, ha explicado Cámara, mantener todas las canciones en el idioma original, es decir, en inglés, y "jugar" con algunas estrofas, como en Always on my mind, "para que se entienda lo que está sucediendo".
Es un montaje "feelgood" -amable, blanco- porque, entre otras cosas, está protagonizado también por un niño, el que hace el personaje de hijo de Tick, un papel en el que se turnan seis menores.
Jaime Zatarain, ha piropeado Bryant, es "el mejor Tick" que ha tenido nunca una producción de este musical, "una historia de transexuales que trasciende tiempos y territorios y se convierte en un viaje en búsqueda de la propia identidad y de la felicidad".
"En el escenario se ve a tres amigos que se arropan, que se quieren y que se cuidan y el público se da cuenta de todo eso aunque no sea una historia convencional. La producción anima a la gente a que se atreva a hacer cosas y a ser valiente para conseguir la vida que anhela", ha añadido Bryant.
UN ESPECTÁCULO PARA TODOS LOS PÚBLICOS
Mariano Peña ha coincidido en que es "un espectáculo para todos los públicos; un canto de amor, amistad y optimismo".
El actor, que en la producción interpreta a Bernadette -Terence Stamp en la película-, ha asegurado que le ha sido "igual de difícil" meterse en el corsé de este personaje que en el del "homófobo, fascista y sinvergüenza" Mauricio Colmenero.
El productor Juan José Rivero ha explicado que el éxito que ha tenido en todo el mundo el musical -Australia, Estados Unidos, Reino Unido, Nueva Zelanda, Suecia, Italia, Canadá, Brasil y Argentina, antes de llegar a España- se explica, entre otras razones, por la "magnitud" de "su auténtica diva", es decir, el autobús, el "auténtico" que se ha usado en Londres los tres últimos años.
Pesa diez toneladas, lo que obligó a reforzar con acero el escenario y a hacer obras un mes en el teatro para meterlo, y se mueve en las 22 escenas que componen el espectáculo, sin un solo cable, solo con baterías, gracias a 25 motores que controlan 50 ordenadores.
El autobús, controlado por completo por técnicos australianos, tiene "tecnología militar" para evitar "riesgo de hackers o interferencias en su delicado funcionamiento", según Rivero.
Para permitir los 220 cambios de vestuario, en los que cada intérprete invierte un máximo de 15 segundos, han tenido que diseñar unos "antifaces", hechos a partir de moldes personalizados, que llevan incorporado el maquillaje de los ojos, incluidas las "pestañazas" y que se cambian con la misma facilidad que los trajes.
Si la película que dirigió Stephan Elliot en 1994 obtuvo un Óscar al mejor diseño de vestuario, en su versión escénica ha logrado premios Tony y Olivier, y ha sido visto por más de tres millones de espectadores.