El Museo del Traje de Madrid no teme el temporal y propone un chapuzón entre las olas con la exhibición de "Trajes de baño y exposición corporal. Una historia alternativa del siglo XX", que se inaugura hoy y que permanecerá abierta hasta el 13 de enero.
En la exposición, que viene avalada por el éxito que obtuvo en el Museo Balenciaga de Getaria (Guipúzcoa), pero que incorpora algunas novedades, se muestran diseños de grandes maestros de la alta costura.
Piezas de Alexander McQueen o Yves Saint Laurent conviven a la perfección con otros confeccionados con pesadas telas y corsés de 1880.
Beverley Birks es la comisaria de la exposición y propietaria de la colección. Esta licenciada en Historia del Arte comenzó como marchante de arte y pasó al coleccionismo de vestidos antiguos cuando decidió vender parte de su propia colección de trajes "vintage".
Cuenta que colecciona bañadores, porque el traje de baño es fundamental para comprender la historia moderna y "para entender la liberación de la mujer", que tiene un gran paralelismo en el diseño de los trajes de baño.
Lo que comenzó como un traje para estar en la playa y mojarse, "no bañarse", ha ido evolucionando de manera paralela a los cambios sociológicos.
Uno de ellos, la exhibición del cuerpo, no llega hasta los sesenta, donde se apuesta por diseños más atrevidos que desvelan el cuerpo de la mujer. Fue, precisamente, en esta época donde el biquini comenzó a causar furor.
En este repaso a la historia de los trajes de baño solo se puede encontrar un biquini. Una prenda que la comisaria Birks define como "difícil de mostrar" en un maniquí "porque tiene muy poca tela" y a lo que da prioridad "es al cuerpo de la mujer".
En 1954, el posado en la Riviera francesa de Brigitte Bardot en biquini marcó una década y en 1962 Ursula Andress saliendo del agua en la película de "007 contra el Doctor No" "lo popularizó en Estados Unidos".
Pero para ella, en la historia del celuloide, nadie como "Rita Hayworth, Marilyn Monroe o Lana Turner" lucían el traje de baño con más estilo y belleza.
Entre sus trajes favoritos reconoce que están algunas de los años cuarenta y cincuenta, donde un bañador podía parecer un "traje de coctel" o un vestido de noche al utilizar "una tela dorada" muy brillante.
Los primeros bañadores de finales del XIX ocultaban el cuerpo y los colores eran oscuros para no llamar la atención.
A principios del XX, surge la plena transformación y ya en la década de los veinte, según las se fueron acortando las faldas, también se fueron reduciendo los metros de tela de los bañadores, para permitir una natación más ágil, aunque su confección en lana no los hacía muy cómodos al salir del agua.
De los treinta a los cuarenta se introducen nuevos materiales entre los que destaca el lastex, un tejido de filamentos de goma cubierto de algodón u otras fibras, el material habitual de fajas y sujetadores, y con el que el cuerpo femenino empieza a definirse bajo el bañador.
En los cincuenta, el diseñador Rudi Gernreich diseñó bañadores sin sujeción interna para dar mayor libertad y comodidad al cuerpo.
Grandes diseñadores como Lacroix llevaron también la alta costura en los ochenta a los bañadores y entre sus diseños se encuentra uno de los más significativos de la exposición: un maillot con un falso corsé en bandas negras y blancas y rematado con una lazada fucsia en la espalda.
Birks revela que parte ha consolidado su colección comprando en "subastas" organizadas por museos como el de Brooklyn y el Metropolitan de Nueva York, cuando se quieren desprender de sus fondos.