Marie Curie en su laboratorio | DOMINIO PÚBLICO
(Actualizado

Cuando Marie Curie murió en 1934 ya era una de las personas más extraordinarias de la historia, una mujer pionera que abrió las puertas de la ciencia a muchas otras que llegaron después. Y mucho más que eso. Había ampliado las fronteras del conocimiento para toda la Humanidad.

Nació en el siglo XIX y murió en el XX pero su legado sigue vigente en el XXI y lo será por muchos siglos más. Las enseñanzas que nos transmitió con su vida, con sus palabras, con su actitud, son una lección que va más allá de su tiempo y son, hoy en día, más válidas y valiosas que nunca.

Estas son algunas de las lecciones que nos dejó, resumidas en sus frases más sabias.

“Me enseñaron que el camino del progreso no era rápido ni fácil”

Marie Curie con 16 años | DOMINIO PÚBLICO

Cuando Marie Curie nació, su Polonia natal se encontraba, en su mayoría, ocupada por tropas rusas y sus padres habían perdido todas sus propiedades. Desde el primer momento su vida fue una larga carrera de obstáculos. Tuvo que luchar contra la pobreza, contra las adversidades y contra las normas de una sociedad que ahogaba el genio de las mujeres bajo los estrechos límites de un destino escrito desde su nacimiento y que sólo les reservaba el papel de madres, esposas, bellos adornos sin valor, o, si las fortuna les era adversa, el lado más sucio y oscuro de la calle.

Marie Curie se enfrentó a todo eso y nada la apartó de la ciencia. Lo que más amaba. Y derribó todas las barreras una a una.

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Y empezó pronto a encontrarlas. En sus primeros años asistió a un colegio para niñas pero para continuar sus estudios tuvo que hacerlo de manera clandestina. Más tarde, ya en París, trabajó mucho para conseguir el dinero que le permitiera estudiar. Una vez en la Universidad se esforzó más que sus compañeros; no dominaba el idioma como ellos y su formación había sido, sobre todo, autodidacta.

Aprendió que el camino del progreso “no es rápido ni fácil” pero que eso no significa que no se pueda recorrer.

“Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en uno mismo”

Diploma del premio Nobel de Física de Marie y Pierre Curie, 1903 | WIKIPEDIA

Ninguno de los obstáculos que tuvo que superar la apartó del camino. Y fueron muchos, desde la escasez que sufrió en su niñez hasta la temprana muerte de su marido a los 46 años en accidente de tráfico en París. Pero tenía una gran curiosidad y un ansia enorme de conocimiento. Quería desentrañar los misterios de la naturaleza y este impulso era más fuerte que todo lo demás. Sabía que podía hacerlo.

Consiguió ser la primera mujer en ocupar un puesto en la Universidad de París, la primera en dirigir un laboratorio en esta institución, la primera en conseguir un Nobel de ciencias y la única persona en la historia que ha recibido el premio en dos especialidades científicas diferentes (Física y Química). Perseverancia y confianza.

“Nada en la vida debe temerse, sólo comprenderse”

Pierre y Marie Curie en su laboratorio | DOMINIO PÚBLICO

Marie se enfrentó a los aspectos aún desconocidos de la naturaleza como algo que había que estudiar para entender su funcionamiento. En eso se basa el progreso. Donde hay conocimiento no hay miedo ni superstición.

El deseo de conocimiento de Marie Curie era muy grande. Nada la detenía, ni siquiera los peligros de la radioactividad que, en aquel momento, aún no se conocían, pero que ella se negaba a considerar siquiera porque, ante todo, quería entender sus propiedades.

No tuvo miedo a la naturaleza, ni a la vida, ni a las dificultades. Colocó su afán por desenmarañar el funcionamiento del Universo por delante de todo y despreció cualquier posible riesgo. La continua y larga exposición a la radiación tuvo graves efectos en su salud (le produjo ceguera parcial) y le llevó a la muerte en 1934, con 66 años, por anemia aplástica. Era muy habitual que llevara tubos de ensayo con isótopos radiactivos en los bolsillos o que los tuviera en el cajón de su escritorio.

Los escritos de sus investigaciones, e incluso su libro de cocina, hoy se consideran demasiado peligrosos debido a su alta contaminación radiactiva. Se guardan en cajas forradas de plomo y para consultarlos es necesario utilizar trajes protectores.

“Sé menos curioso acerca de las personas y más curioso acerca de las ideas”

Celedonio Calatayud y el rey Alfonso XIII junto a Marie Curie durante el I Congreso Nacional de Medicina | WIKIPEDIA

Marie Curie dedicó toda su vida a la ciencia, empujada por su insaciable curiosidad, pero tuvo que sufrir en sus propias carnes injurias, difamaciones y calumnias de aquellos que se dedicaron a escudriñar cada aspecto de su existencia. Y fueron muchos.

Tuvo la opinión pública y la prensa, en gran parte, contra ella y soportó un fuerte acoso cuando, unos años después de la muerte de su marido, en 1911, se publicó que había mantenido un breve romance con el físico Paul Langevin. Ella pasaba de los 40 años y él tenía cinco menos.

Langevin estaba casado, aunque se había separado, pero su mujer amenazó de muerte a Marie y demandó a su marido por “relaciones sexuales con una concubina en el domicilio conyugal”. El escándalo, azuzado por una prensa que la tildó de “rompecorazones judía extranjera”, adquirió tales dimensiones que, al regresar de una conferencia en Bélgica, Marie tuvo que refugiarse con sus hijas en casa de una amiga para escapar de una muchedumbre furiosa que se congregó a las puertas de su hogar.

No sólo fue el linchamiento público por su osadía al amar a un hombre siendo viuda y mayor que él, Marie Curie tuvo que soportar durante toda su vida actitudes machistas por ser mujer y racistas por ser inmigrante. Cuando ya era una reputada científica y había hecho mucho por la sociedad y por Francia, todavía la prensa le reprochaba haber ganado el Premio Nobel siendo ‘extranjera’. La prensa francesa apenas cubrió la noticia de su segundo Nobel.

“No puedes esperar construir un mundo mejor sin mejorar a las personas”

Marie Curie en uno de sus 'Petit Curie' | WIKIPEDIA

Científica, pionera… y generosa. El objetivo de Marie Curie era mejorar con su trabajo la vida de los demás. Junto a Marie trabajó un hombre, su marido, que compartió con ella el mismo amor por la ciencia y las mismas cualidades como persona.

No les interesaban los premios. Cuando se les otorgó el Nobel no fueron a Estocolmo a recibirlo porque estaban demasiado ocupados trabajando en su laboratorio, que era lo que de verdad les importaba. Eso sí, finalmente tuvieron que viajar a Suecia, dos años después, ya que para hacer efectivo el premio debían dar un discurso. Emplearon los 15.000 dólares que les dieron en contratar a un ayudante de laboratorio.

En un principio, el comité seleccionador del Nobel sólo quiso dar el premio a su marido porque no estaban dispuestos a otorgar semejante reconocimiento a una mujer, pero Pierre avisó que lo rechazaría si no se entregaba también a Marie. Los dos habían trabajado por igual, codo con codo, superando las dificultades. Sus logros fueron compartidos. El reconocimiento, finalmente, también.

Tras la muerte de su marido, Marie siguió trabajando. Conocía sus capacidades y sabía lo que podía hacer. Quería ayudar. Durante la Primera Guerra Mundial, junto a su hija Irene, instaló equipos móviles de Rayos X en todos los vehículos que pudo conseguir y con ellos recorrió el frente para hacer radiografías a los soldados heridos y evitar que los cirujanos tuvieran que operar a ciegas, lo que salvó numerosas vidas y evitó amputaciones.

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Además instruyó a otras mujeres como ayudantes y consiguió el carnet de conducir (fue una de las primeras mujeres en tenerlo) para manejar personalmente los ‘Petit Curie’, como llamó a estos vehículos.

La vida de Marie Curie fue una lucha continua desde su nacimiento. Pero superó una tras otra todas las barreras que la vida se empeñó en ponerle delante. Sus enseñanzas para el siglo XXI quizá pueden resumirse en una frase que Bruce Springsteen pronunció en una entrevista para la ‘Rolling Stone’ casi 80 años después de la muerte de Marie: “No salimos a pasar el rato sino a tocar el mejor concierto jamás tocado”.