Amanda Seyfried se pone en la piel de Caperucita Roja, un personaje sobradamente conocido en el imaginario infantil de Occidente. Un reto saldado gracias a la juvenil versión que ha llevado a cabo Catherine Hardwicke, directora también de Crepúsculo.
Amanda ha dedicado dos días en Londres a obviar la moraleja de esta película: "no hables con extraños". Durante esas cuarenta y ocho horas se ha dedicado ininterrumpidamente a hablar con extraños, con desconocidos periodistas de medio mundo que han intentado hurgar en los misterios y matices del bermejo personaje. Y nos hemos topado con una Amanda cansada o ausente, o quizá demasiado relajada, a sabiendas de que el lobo estaba ya a buen recaudo. Tampoco era nuestra intención morder.