Investigadores del CSIC ha realizado una amplia secuenciación de los genes de resistencia bacterianos presentes en la cadena alimentaria. Y el resultado suena a advertencia.
Más del 70% de los genes bacterianos conocidos de resistencia a los antibióticos están presentes en la cadena alimentaria. Esta es la parte mala.
Pero hay una parte buena también, sólo una parte de ellos es especialmente prevalente, según han los investigadores.
El trabajo ha empleado más de 2.000 muestras procedentes de materias primas, alimentos (como leche, carne, pescado, queso o vegetales) y superficies de entornos industriales de 100 empresas europeas, entre ellas más de 50 ubicadas en la provincia de León y en Asturias.
La investigación, cuyos resultados se han publicado en la revista Nature Microbiology, se ha centrado en el 'resistoma', el conjunto de genes que otorgan a las bacterias la capacidad de resistir los efectos de los antibióticos.
“Aunque se sabía que la cadena alimentaria puede actuar como vía de transmisión de bacterias resistentes a los antibióticos, hasta ahora no se había realizado un estudio tan amplio y detallado”, ha señalado el investigador del CSIC Narciso Martín Quijada, del Instituto de Biología Funcional y Genómica (IBFG) de Salamanca.
Entre los genes prevalentes destacan algunos que confieren resistencia a antibióticos como tetraciclinas, betalactámicos, aminoglucósidos y macrólidos, grupos clave en el tratamiento de infecciones humanas y animales, según han comprobado los investigadores.
RIESGO DE PROPAGACIÓN
Más del 60% de las muestras recogidas (que incluían alimentos, materias primas, superficies o herramientas) contenían al menos un gen de resistencia a antimicrobianos.
Además, los análisis han permitido identificar a las principales bacterias portadoras de estos genes y muchas de ellas son miembros del grupo 'ESKAPEE' (acrónimo de un grupo de seis bacterias) conocido por su papel en infecciones hospitalarias difíciles de tratar, entre ellas la Escherichia coli, Staphylococcus aureus o Klebsiella pneumoniae, ha precisado el investigador del Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA) Abelardo Margolles.
Un hallazgo especialmente relevante, ha destacado el investigador en una nota remitida hoy por el CSIC, es que cerca del 40% de estos genes están asociados a elementos genéticos móviles que pueden facilitar su transferencia entre bacterias, lo que incrementa el riesgo de propagación de la resistencia.
“El estudio también aporta evidencias sobre cómo ciertos procesos industriales y condiciones de fabricación pueden influir en la presencia y transmisión de estos genes, lo que abre la puerta a mejoras en los sistemas de producción alimentaria”, ha precisado Quijada.
Los investigadores han destacado que estos hallazgos son clave para diseñar estrategias más eficaces en el uso de antibióticos y desinfectantes en la producción de alimentos y para avanzar hacia políticas de gestión que ayuden a frenar el creciente problema de la resistencia a los antimicrobianos