Gerda Taro, el legado olvidado de la primera fotoperiodista
Gracias a ella, el nombre de Capa resuena como uno de los más importantes del fotoperiodismo del siglo XX
Taro nunca imaginó que su pasión por capturar los horrores de la guerra le arrebataría la vida
Gerda Taro, primera fotoperiodista, escribiendo |ARCHIVO
IRENE CASAS
Dicen que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, y en el caso de Robert Capa, esa mujer fue Gerda Taro.
Gracias a ella, el nombre de Capa resuena como uno de los más importantes del fotoperiodismo del siglo XX. Sin embargo, la historia de Taro merece ser contada no como sombra, sino resaltando su fuerza y valor.
Nacida como Gerda Pohorylle en Stuttgart en 1910, en el seno de una familia judía de origen polaco, creció viendo cómo el nazismo se apoderaba de las calles alemanas. Fue detenida durante el ascenso de Hitler, acusada de comunismo y antifascismo, aunque gracias a la intervención de la embajada polaca fue liberada rápidamente.
Huyendo del creciente antisemitismo, Gerda se trasladó a París con su amiga Ruth Cerf. En la capital francesa fue donde conoció a Andrei Friedmann, un joven fotógrafo húngaro también de raíces judías.
Menos de un año después comenzaron una relación sentimental, mientras luchaban juntos por hacerse un lugar en el mundo del fotoperiodismo.
Entrenamiento de una miliciana republicana en Barcelona |ARCHIVO
Aunque Gerda consiguió trabajo en la agencia Alliance, donde destacó por hablar varios idiomas y saber negociar con clientes, ella y Friedmann decidieron crear un personaje ficticio: Robert Capa, un supuesto fotógrafo estadounidense recién llegado a Europa.
Taro entendía muy bien el valor de las apariencias, por lo que Andrei cambió su ropa humilde por trajes elegantes, y Gerda adoptó el apellido "Taro", dejando atrás su verdadero apellido.
La pareja encontró una oportunidad con el estallido de la Guerra Civil española, donde sus cámaras, una Leica III y una Rolleiflex, capturaron imágenes emblemáticas del conflicto, desde el sitio del Alcázar de Toledo hasta los combates en Córdoba.
Aunque Capa alcanzó un prestigio internacional, Gerda quedó muchas veces en la sombra ya que trabajaban bajo el nombre de "Photo Capa". Así, su legado fue absorbido por el mito de Capa puesto que no se podían, y sigue sin poderse, diferenciar qué fotografías fueron tomadas por quién.
Detalle de la hoja de negativos de Gerda Taro en la morgue y hospital de Valencia |EFE
En 1937, tras una propuesta de matrimonio fallida, la joven pareja comenzó su distanciamiento, que también fue evidente en su trabajo pues Gerda empezó a firmar sus fotografías como "Gerda Taro".
A pesar de ello, realizaron diversos viajes entre Francia y España. La última vez que se vieron fue en junio de 1937, cuando Capa regresó a París mientras que Taro se quedaba en España, donde viajó a Madrid en julio. Allí debía cubrir un congreso de la Asociación Internacional de Estudios, pero decidió quedarse unos días más para ir al frente de batalla.
Gerda Taro jamás imaginó que su pasión por capturar la verdad de las guerras acabaría por arrebatarle la vida.
El 25 de julio, estaba en la batalla de Brunete junto al ejército republicano cuando la legión Cóndor los bombardeó. La joven fotoperiodista y las tropas republicanas se encontraban huyendo del ataque cuando un tanque chocó contra el vehículo en el que viajaba.
A pesar de que fue trasladada rápidamente al Hospital de El Goloso, en El Pardo, falleció en las primeras horas del 26 de julio con tan solo 27 años. Ese día, su labor y su nombre quedaron olvidados, aunque gracias al descubrimiento de la maleta mexicana en 2007, hoy se la recuerda como una pionera del fotoperiodismo y mártir de su pasión.