Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno o Alejandro el Grande, fue el rey de Macedonia desde 336 A.C. hasta su muerte. Hijo y sucesor de Olimpia de Epiro y Filipo II de Macedonia, su padre, quien lo preparó para reinar, proporcionándole una experiencia militar y encomendando a Aristóteles su formación intelectual.
Alejandro Magno dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia, que habían aprovechado la muerte de Filipo para rebelarse.
Como hegemón de toda Grecia en concepto de sucesor de su padre (asesinado), continuó el plan de su padre y el que habían aprobado las polis griegas: conquistar el vasto imperio de Persia, para vengar todos los daños que les habían causado a los griegos por siglos, incluyendo la captura de todas las ciudades costeras de Asia Menor y varias islas del mar Egeo.
Preparó un ejército de aliados griegos (mayormente macedonios) y en el año 334 A.C. se lanzó con su pequeño ejército, de apenas 40 000 hombres, contra el poderoso Imperio persa: una guerra de venganza de los griegos -bajo el liderazgo de Macedonia- contra los persas.
Alejandro es el mayor de los iconos culturales de la Antigüedad, ensalzado como el más heroico de los grandes conquistadores, un segundo Aquiles (soldado y semidiós), para los griegos su héroe nacional y libertador, o vilipendiado como un tirano megalómano que destruyó la estabilidad creada por los persas.
Su figura y legado han estado presentes en la historia y la cultura, tanto de Occidente como de Oriente, a lo largo de más de dos milenios, y ha inspirado a los grandes conquistadores de todos los tiempos, desde Julio César hasta Napoleón Bonaparte.