Miguel Ángel Moncholi
Como dijo El Guerra (según otros la frase es de Churchill) lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. No puede ser que se diga que se recibió mal al rey Juan Carlos, allí presente, porque los tres espadas le brindaron cortésmente su primer toro. No puede ser que el presidente deniegue poner un cuarto par, como le sucedió en el primero a "El Fandi" tras solicitarlo protocolariamente. El reglamento dice dos pares como mínimo, pero nada recoge de máximos cuando es el matador el que los pone. Y así fue que en el cuarto, los puso por sus bemoles.
Un cuarto, que no puede ser que se fuera sin desorejar. El mejor, casi único potable del deslucido encierro de Fuente Ymbro, se fue con las orejas. Porque lo que no puede ser, no puede ser y además para El Fandi es imposible. Y más imposible si se tiene a la minoría palmera en contra. Pero que el de Ricardo Gallardo era de orejas... por estas que lo era.
No puede ser que tras dar la cara, con sus defectos, como la falta de ritmo, pero con todas las ganas del mundo, José Garrido perdiera por fallar a espadas la orejas del tercero. Y no puede ser porque Garrido dio la cara, a pesar de los palmeros argentinos, pues de tango son las que suenan, quienes luego se callan tras arrastrar al toro que era más complicado de lo que parecía, punteaba y se defendía.
Y no puede ser que Perera se llevara un lote infumable, lo intentara con el complicado quinto, de imposible templanza, cabeceo, reservón y sin ritmo. Como no puede ser que llevemos un San Isidro de fallos con el acero, toros que se van con orejas sin cortar y ambiente encrespado. Porque así, además es imposible.
LA FICHA
Toros de Fuente Ymbro, muy desiguales de todo pero con el denominador común de la falta de raza y clase. La excepción fue el buen cuarto, que lució buen tranco y calidad por el pitón derecho.
David Fandila "El Fandi", de azul marino y oro: pinchazo, otro hondo y dos descabellos (silencio); y estocada baja de efecto fulminante (ovación tras petición en el límite).
Miguel Ángel Perera, de purísima y oro: bajonazo (silencio); y estocada trasera y desprendida (silencio).
José Garrido, de grana y oro: pinchazo hondo y dos descabellos (ovación tras aviso); y dos pinchazos y media muy baja (silencio tras aviso).
En cuadrillas, impecable lidia de Curro Javier al segundo. El rey Juan Carlos presenció la corrida desde una localidad de la primera fila de los butacones de piedra situados en la meseta de toriles, en el tendido bajo del 2. Recibió el brindis de los tres toreros en sus respectivas primeras faenas. La plaza registró más de tres cuartos de entrada (19.928 espectadores) en tarde entoldada y agradable.