La misión última de toda Universidad es la formación integral del ser humano. Por tanto, es artificial entender cualquier proceso formativo de calidad sin la presencia física de los actores del mismo. Y ahí es donde interviene la Arquitectura, como contenedor y promotor de la relación interpersonal de la que se nutre el aprendizaje activo. Como señala Pablo Campos Calvo-Sotelo, catedrático de Arquitectura de la Universidad CEU San Pablo, “por un lado soy profesor y por otro soy arquitecto que diseña campus, aulas innovadoras... Vivo esa dualidad. Y la calidad de la educación no se entiende si no va acompañada de la calidad de la arquitectura”.

La buena educación va siempre asociada a una buena arquitectura, y en nuestro país no siempre hemos acertado con la receta. Como afirma Pablo Campos Calvo-Sotelo, “la buena arquitectura universitaria es la que cuida los pequeños espacios, pero porque se ajusta a la dimensión humana, porque de lo que se trata en arquitectura es de organizar personas en el espacio”.

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