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Después de siete meses de lucha, Vicente ha conseguido empadronarse en el trastero de un edificio de la ciudad de Valencia, en el que vive desde hace dos años.

Después de semanas y semanas de gestiones, llamadas, escritos y quejas en medio de una pandemia que ha hecho el proceso mucho más lento, Vicente ya tiene en sus manos el papel que declara que está empadronado y con el que puede pedir ayudas o una vivienda social.

Vive en 16 metros cuadrados, sin cocina, sin baño y sin una ducha donde asearse. Paga 160 euros mensuales y para él era muy importante que le dieran este empadronamiento porque sin él no puede gestionar el papeleo básico y acceder a algunos servicios.

Empadronados en plena calle en Madrid

“Me he quedado sin médico de familia”, afirma. A sus casi 80 años tiene muchas dolencias y algunos problemas de visión. Su batalla por conseguir empadronarse en este trastero comenzó en septiembre del año pasado, no iba a ser fácil, pero lo ha conseguido. Y todo para conseguir una vivienda mejor.

Es importante recordar que el Instituto Nacional de Estadística insta a los ayuntamientos a permitir el empadronamiento en cualquier lugar, para evitar que personas vulnerables se queden sin las ayudas. En Madrid algunas personas se han empadronados en bancos o cajeros de la calle porque es donde viven habitualmente.

“Necesito una vivienda social”

Vicente ha pasado muchas calamidades a lo largo de su vida y, aunque el día a día en el trastero no es fácil, asegura que ha “estado en otros sitios mucho peores”.

Quiere paz y prefiere vivir solo en un trastero que vivir en una habitación de piso compartido por más dinero. “Estoy viviendo de la pensión que tengo y espero acceder a una vivienda social”, señala en Está Pasando.

Vicente perdió el padrón y con él, también su acceso a un centro de salud, y eso que es un enfermo crónico. El empadronamiento significa para Vicente la puerta de entrada a una vida digna.