Si algo aprendimos de la pandemia es que teletrabajar no sólo es posible, sino también gratificante para empleado y empresa. El primero celebra una modalidad que favorece la conciliación, la segunda registra un aumento de la productividad.
Todos contentos pero la felicidad se dispara cuando el teletrabajador puede y opta por el nomadismo digital, o cambiar su domicilio por cualquier rincón del mundo para completar su jornada laboral. Un perfil que surgió al amparo de las empresas tecnológicas, con un perfil joven y solitario, pero que se ha desdoblado en familias donde uno de los dos miembros teletrabaja.
Para todos ellos se han elaborado multitud de rankings con las mejores ciudades para teletrabajar, y el más reciente sitúa a tres ciudades españolas entre las 10 mejores del mundo donde ubicar temporalmente nuestra “oficina”.
El Enfoque de Ida y Vuelta se hace nómada digital.
