El primer español con un corazón artificial definitivo, Pedro Antonio Pérez, de 68 años, presenta un estado de salud "muy satisfactorio" un año después del implante y realiza de forma absolutamente independiente todo tipo de actividades propias de una persona sana, como caminar, viajar y conducir.
La Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid ha emitido hoy una nota en la que informa de que los médicos del Hospital Universitario 12 de Octubre responsables de su seguimiento destacan que la intervención a que fue sometido el año pasado "ha sido un éxito".
Pedro Antonio, que tenía 67 años cuando fue operado, sufría una miocardiopatía dilatada debida a un infarto previo y no era candidato a un trasplante cardiaco por presentar insuficiencia renal no reversible y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) moderada.
Como él mismo relató hace un año, estaba "hecho unos zorros", apenas podía caminar y los médicos le daban semanas de vida hasta que se arriesgó a ser el primer español con un corazón artificial definitivo.
El 4 de mayo de 2011 el equipo de Cirugía Cardiaca del hospital 12 de Octubre colocó a Pedro Antonio un dispositivo de titanio con dos cánulas de entrada y salida al corazón y con un motor-bomba eléctrico que impulsaba la sangre al interior del órgano.
Todo este equipo está dentro del paciente y sólo un cable atraviesa su piel para conectarlo con la unidad de control, que funciona con energía eléctrica o con dos baterías recargables que le permiten doce horas de autonomía.
Tras la intervención, Pedro Antonio pasó cuatro días en la UCI y un mes después recibió el alta hospitalaria, una vez que aprendió el funcionamiento del aparato que porta con naturalidad en una pequeña bandolera.
Cada tres meses, acude al hospital madrileño para someterse a una revisión completa que incluye, entre otras actuaciones, un ecocardiograma, la revisión del dispositivo de asistencia ventricular y del desfibrilador, y un chequeo de baterías.
Además, una vez a la semana una enfermera de Atención Primaria limpia el cable que conecta el dispositivo interno a las baterías externas.
Este aparato era la única posibilidad que tenía Pedro Antonio de seguir vivo.
Un año después, este hombre, que ahora tiene 68 años, realiza cualquier actividad propia de una persona sana como caminar, viajar e, incluso, conducir, algo que le fue prohibido en un principio.