Entre 2001 y 2011, los españoles bebieron de media 9,5 litros de alcohol puro al año, un compuesto presente en diferentes proporciones en cerveza, vino y otras bebidas espirituosas. Un consorcio de investigadores españoles, dirigidos por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y el Instituto de Salud Carlos III (Madrid), ha homogeneizado los datos de diferentes fuentes, centrándose en el consumo de alcohol de mayores de quince años durante ese período.
Entre los organismos internacionales que contabilizan esta ingesta destacan la Organización Mundial de la Salud, la FAO y Eurostat, y entre los nacionales, la Agencia Tributaria –que estima las ventas a través de los impuestos que gravan las bebidas alcohólicas–, la Encuesta Nacional de Salud y la Encuesta Europea de Salud para España.
Teniendo en cuenta todas estas fuentes, los datos revelan que entre 2001 y 2002 el vino dejó de ser la bebida preferida por los españoles y dio paso a la cerveza, que representaba un 46% del alcohol consumido por los españoles en 2011, frente a un 28% del vino.
Precisamente este descenso en el consumo de vino es el principal responsable de que, en todo el período, la ingesta de alcohol haya descendido un 2,3% al año según el estudio, publicado en Population Health Metrics.
ALCOHOL Y MENTIRAS
El trabajo muestra la discrepancia entre los datos de las diferentes instituciones, algo preocupante, en opinión de los autores.
“Los datos no coinciden. Que no concuerde lo que la gente bebe con lo que la gente dice beber era de esperar; lo raro es que los indicadores indirectos de consumo (OMS, FAO o Agencia Tributaria) no coincidan”, mantiene el primer autor del artículo, Luis Sordo del Castillo, investigador del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la UCM, del Instituto de Salud Carlos III (Madrid) y de CIBERESP.
Una posible explicación son las limitaciones propias de cada fuente. En el caso de la Agencia Tributaria, hay partidas que no aparecen, como el alcohol que se fabrica en casa o el libre de impuestos. Estos intangibles pueden hacer que las estimaciones oficiales cambien de unas fuentes a otras, según los autores.
En cuanto a las encuestas, que los datos no concuerden con los demás indicadores puede deberse a diferentes causas, una de ellas, que los encuestados no reconozcan todo el consumo. El estudio refleja que los entrevistados reconocieron beber un tercio de lo calculado con otras fuentes.
“La mayor parte de la gente seguramente nos dice la verdad, pero los grandes bebedores son los que aseguran beber mucho menos de lo que realmente beben”, afirma Gregorio Barrio, investigador del Instituto de Salud Carlos III y otro de los autores principales del estudio.
LA MUESTRA Y LA CRISIS
Otra cuestión es la estrategia de muestreo seguida con los cuestionarios y si representa realmente a la población. Influye que el tamaño de la muestra sea grande pero, sobre todo, los perfiles de las personas elegidas.
“Las encuestas en las que nos basamos se realizan en las casas, por lo que las personas ‘sin techo’ o las personas institucionalizadas (residentes en hospitales, residencias o cárceles), que suelen tener un mayor consumo de alcohol, no aparecen, ni tampoco los estudiantes que comparten piso”, enumeran los autores.
Al centrarse en el consumo habitual, estas encuestas no recogen de forma adecuada los picos de bebida irregulares, por ejemplo, los que se producen en navidades o en las vacaciones estivales.
La investigación, realizada en el marco del Grupo de Trabajo sobre Alcohol de la Sociedad Española de Epidemiología, y en la que también participa la Agencia de Salud Pública de Barcelona, no revela cambios importantes en la ingesta de alcohol como consecuencia de la crisis económica que empezó en 2008. “Estas variaciones son pequeñas”, concluyen los investigadores.