Tres burras y una yegua ponen en duda el pasado de la humanidad

  • ¿Tallaron los humanos las piedras o fueron pisoteadas por los animales?
  • Entre los investigadores está el director del Museo Arqueológico Regional, Enrique Baquedano
Excavación paleontológica en la garganta de Olduvai, en Tanzania
Excavación paleontológica en la garganta de Olduvai, en Tanzania |FUNDACIÓN PALARQ

Tres burras y una yegua han protagonizado un experimento que ha permitido describir y catalogar fragmentos de cuarcita y sílex atribuidos a los humanos de hace entre 2,7 y 1,8 millones de años, aparecidos en pequeños yacimientos aislados de África.

El experimento, que impulsó el prehistoriador de la UNED José Manuel Maillo junto a Santiago David Domínguez-Solera, Enrique Baquedano y Manuel Domínguez-Rodrigo, y que ha sido publicado en la revista especializada ‘Journal of Archaelogical Science: reports’, ha permitido demostrar que el pisoteo de los équidos produce lascas similares a las talladas por los primeros humanos.

Los arqueólogos encontraron en entornos aislados vestigios de lascas de rocas de sílex, cuarzo o cuarcita en yacimientos africanos del periodo Olduvayense, datado entre hace 2,7 y 1,8 millones de años, que podría o no ser producto de la talla de humanos para hacer sus herramientas.

52 días de pisadas animales

El experimento surgió tras observar cómo los tres animales del estudio, propiedad del ganadero Luis Poyatos, de Sotos (Cuenca), pisoteaban piedras para recortarse las pezuñas al no estar herradas.

Los investigadores colocaron en el suelo de la finca donde se encontraban los animales nódulos de cuarcita y sílex, materias primas empleadas por los humanos para la talla durante el paleolítico.

En ese sentido, José Manuel Maillo explicó que “el experimento se desarrolló durante 52 días”, un tiempo en el cual “las tres burras, a las que se unió una yegua durante dos días, fueron monitorizadas de manera diaria y por la noche con cámaras de movilidad”.

En ese tiempo, se comprobó que los equinos utilizan el pisoteo sobre las piedras para recortar sus pezuñas sin herrar, puesto que el golpeteo contra los nódulos de piedra les ayuda a evitar un crecimiento excesivo de los cascos.

Concluido el periodo de observación se recuperaron las lascas, tras cuyo análisis se observó que éstas eran “básicamente iguales a las que habría producido la talla intensional de un artesano Olduvayense”.

Ante esta situación, José Manuel Maillo afirmó que la conclusión de su experimento representa un “toque de atención sobre el hecho de que posibles conjuntos aislados con lascas de este tipo encontrados en las regiones de África donde se encuentra el Olduvayense pueden ser humanas o puede que no”, ya que ni unas ni otras presentan “diferencias morfológicas”.