Este segundo fin de semana de julio vuelven los miles de desplazamientos por carretera, sobre todo a destinos de playa. La DGT insiste en que los conductores mantengan la prudencia al volante y aconseja conducir sin prisas y lo más relajados posible.
Y es que nuestro estado de ánimo influye, y mucho, a la hora de ponernos al volante. Antes de iniciar un viaje en coche, no sólo debemos revisarlo, también debemos saber cómo estamos de ánimo.
Las prisas, el estrés, el cansancio que acumulamos a lo largo del año debemos dejarlos aparcados durante cada uno de los trayectos en coche que hagamos, sobre todo en los largos viajes de camino a las vacaciones. Antes de emprender viaje, deberíamos preguntarnos si nos encontramos en las mejores condiciones para conducir, para asegurarnos de tener un buen estado físico y sobre todo emocional .
CONDUCIR PROVOCA DIFERENTES SENTIMIENTOS
Se ha comprobado que conducir es una actividad que despierta muchos y diferentes sentimientos. Normalmente provoca emociones positivas, ya que nos hace sentir satisfechos y capaces. Por ello muchos conductores confiesan que conducir les relaja y hasta les pone de buen humor.
Pero esta sensación es un arma de doble filo, según los expertos, porque en ocasiones, sobre todo cuando no nos encontramos bien emocionalmente, la conducción se convierte en un acto que utilizamos para desahogarnos, con el que expresamos nuestro estado de ánimo. Así podemos llegar a dejar salir nuestros impulsos sin control, tomar una actitud agresiva e incluso insultar, con la confianza que nos provoca el estar al mando de un volante.
LO QUE HAY QUE EVITAR
Hay que evitar ir enfadado en el coche porque si hay una emoción especialmente peligrosa a la hora de conducir es la ira. La ira puede llevar a tener conductas peligrosas al volante al potenciar la agresividad. Es la enemiga número uno de la seguridad vial.
De igual forma, si bien es cierto que un pequeño nivel de estrés o ansiedad puede hacer que estemos más atentos en la conducción y podamos reaccionar ante un imprevisto, un nivel alto por el contrario nos bloquea para realizar muchas actividades, entre ellas conducir bien.
Ocurre lo mismo con el miedo al volante que nos hace en ocasiones ser más prudentes, pero si lo que sentimos es mucho temor y miedo, este fuerte sentimiento podría paralizarnos y hacer nuestra conducción más peligrosa.
Influye también conducir en un estado de ánimo bajo que puede ser peligroso, porque normalmente nuestra mente se centra en lo que nos preocupa y entristece, y dejamos desatendida a la carretera. Ponerse al mando de un coche requiere de nuestros cinco sentidos.
Hay que procurar también tener una actitud positiva. Ser optimistas nos hace más tolerantes, amables, colaboradores, considerados y empáticos. Tenemos más energía y la proyectamos en una manera de conducir más segura. Por el contrario las personas más competitivas o intolerantes, pesimistas, poco colaboradoras, perfeccionistas, impacientes, etc. suelen tener más accidentes de tráfico y además son sancionadas con mayor frecuencia.