Holanda es el destino laboral de muchos jóvenes españoles. En apenas diez años se ha duplicado el número de inmigrantes procedentes de España. A priori, cualquier oferta de trabajo procedente de los Países Bajo parece imposible de rechazar, pero la realidad es algo distinta. La disponibilidad absoluta para cubrir turnos, los bajos salarios y los contratos de exclusividad son algunas de las contraprestaciones por tener un trabajo ahí.
Holanda no es el dorado. Al menos para cientos de jóvenes españoles captados por Empresas de Tratajo Temporal para trabajar en el sector logístico del país. Cristán Bailén es uno de ellos. Firmó un llamado "flex contract"; un contrato fléxible, que debía renovar cada semana, hasta un máximo de 78 semanas, con una disponibilidad de 24 horas al día para cubrir turnos, 7 días a la semana. Según señala, "alguno de los alicientes para aceptar estos trabajos son el salario, porque nunca se paga por debajo del salario mínimo holandés, 8,50 euros la hora - tres más que en España- y el alojamiento, que proporciona la propia ETT, aunque sea pagando en un camping de un país vecino".
El testimonio de Cristian es uno más de los recogidos en el informe "Trabajar en Holanda. El Calvario de los migrantes españoles expulsados por el paro o el infraempleo", del profesor de Sociología de la UCM, de Pablo López, en que s epone de manifiesto como Holanda, en este caso, se aprovecha de la precariedad laboral y la falta de empleo en España para abastecerse de trabajadores.