Un expedición dirigida por el escritor y explorador Miguel Gutiérrez Garitano ha descubierto las ruinas de un importante centro ceremonial inca en los andes peruanos. Las ruinas, desconocidas hasta ahora para la ciencia, estarían relacionadas con el Reino incaico de Vilcabamba. Según explican los responsables del descubrimiento, entre las evidencias halladas estarían las que demostrarían la existencia del rito de la Capacocha, o sacrificios humanos en la zona alta del santuario, lo que según los expertos sería un logro "revolucionario".
El proyecto para descubrir las ruinas ha durado cuatro años y los exploradores han trabajado a mucha altura, casi sin bajar de los 3.900 metros, por lo que el agua y el frío les han afectado especialmente. Del mismo modo, destacan los problemas sufridos en las aldeas de la denominada 'Zona Roja' que, por decreto del Gobierno de Perú, está en estado de sitio por la presencia de la guerrilla de Sendero Luminoso y por la presencia de narcotraficantes.
El principal hallazgo facturado por el equipo se sitúa en una montaña de casi 5000 metros de altura sobre el nivel del mar. Se trata de la más alta del entorno y está en el área occidental de las montañas de Vilcabamba. Tras estudiar la formaciones, los expertos no dudaron en identificar una típica estructura inca conformada por un edificio (de 22 metros de longitud) tipo kallanka, acompañado, al menos, de otros cinco edificios más pequeños situados en torno a una plaza o kancha. Se trataba de la clásica distribución adoptada por algunos centros ceremoniales.
El trabajo sobre el terreno se llevó a cabo a mediados de septiembre de 2015 y se prolongó un mes. "Ascendimos a la montaña, hasta la cima, y recorrimos los puntos más importantes que habíamos fijado mediante técnicas de detección a distancia. Hemos descubierto así de 30 a 50 recintos", ha explicado uno de los miembros del equipo, Iñigo Orue.
En este sentido, añade que "los resultados dejaron cortas las estimaciones" y pudieron "fotografiar numerosos recintos rectangulares correspondientes a edificios probablemente dedicados al culto o asociados a él" como tambos o posadas destinadas al alojamiento de los participantes en los rito), además de carreteras incas, escaleras y gradas, cuevas acondicionadas, huacas (reliquias en forma de piedra tallada) usnus (plataformas), y numerosas tumbas en la base de la montaña.
La importancia del yacimiento ha llevado al grupo de expertos a creer que en la montaña se llevaban a cabo rituales muy importantes y que se trataba de uno de los principales complejos sagrados del Reino Neoinca de Vilcabamba, aunque el lugar tal vez tuviera su origen en épocas anteriores.
EVIDENCIAS DE CEREMONIAS DE SACRIFICIOS
Entre los ritos que se podían haber dado estaría el rito de los sacrificios humanos o Capacocha. Guitiérrez explica que, "normalmente, este tipo de ritual donde se sacrificaban preferiblemente, aunque no únicamente, doncellas vírgenes, se llevaba a cabo para prevenir hambrunas o desastres naturales, en algunos festivales señalados o ante la muerte del Inca".
La experta en el mundo andino Carmen Martín Rubio, que es la primera estudiosa de estos temas en acceder al material e información de la expedición, cree que el hallazgo corresponde "a uno de los montes sagrados, llamados entre los incas Apus, y que en él se rendía culto al dios del agua, quien en perfecta conjunción con el dios Sol, el Inti, fertilizaba a la diosa Tierra, la Pachamama, madre de las mujeres y hombres andinos".
La presencia de una plataforma en el pico de la montaña indica que, muy probablemente, en periodos de sequía se hayan hecho en ella ofrendas de niños y niñas, similares a las halladas en el volcán de Ampato en Arequipa y en el de Llullaillaco en Salta, o tal vez se hayan hecho para invocar la protección del Apu, cuando los guerreros transitaban por los altos caminos y se dirigían a lejanos territorios con el fin de anexionarlos a su poderoso Estado.
UNA NECROPOLIS DE UNA HECTAREA DE EXTENSION
Pero el centro ceremonial no ha sido el único descubrimiento. También han descubierto una "enorme necrópolis inca de decenas de tumbas situadas en cuevas" sobre una colina de una hectárea a unos 3.700 metros de altitud. Tras examinar una cueva en la ladera de la colina, Gutiérrez descubrió una tumba con dos cámaras sepulcrales en una de las cuales descansaba un esqueleto.
"Un examen del terreno con más detenimiento nos permitió ver que toda la colina está plagada de tumbas similares, por lo que en la colina había una gran necrópolis", ha apuntado.
Los científicos marcaron con los GPS hasta siete tumbas en cuevas, pero sospechan que hay muchas más, diseminadas por la colina y por una vaguada al pie de un acantilado. Gutiérrez ha precisado que el conjunto está saqueado desde hace tiempo, pero la extensión del yacimiento da esperanzas de que pueda haber alguna tumba intacta.
Este proyecto se ha realizado bajo el paraguas y la colaboración de entidades como la empresa Mars Gaming, la Asociación Africanista Manuel Iradier, la Sociedad Geográfica Española, el Club Montisonense de Montaña y el Club de Montaña Bardulia.