El 7 de febrero de 2011 una vecina de La Solana (Ciudad Real), engañada por dos personas que la estafaron con el timo de la estampita, acudió a su casa a por los 200.000 euros que tenía guardados en una caja de Nesquik, escondida en el falso techo del baño. Doce años después, uno de los estafadores ha sido condenado por estos hechos a 8 meses de cárcel.
En un principio, la Audiencia de Ciudad Real le impuso un año y cuatro meses de prisión por un delito de estafa agravada, con la atenuante de dilaciones indebidas muy cualificada por el tiempo en que la causa estuvo paralizada', si bien el Tribunal Supremo ha reducido el castigo a ocho meses de cárcel por un error de cálculo en la condena.
Los hechos, según declaró probado la sentencia, ocurrieron la mañana del 7 de febrero de 2011. Una mujer joven que no ha sido identificada, compinchada con el acusado y fingiendo que padecía una discapacidad, se aproximó a la víctima, de 54 años, y le pidió que le indicara dónde había un estanco.
En ese momento se acercó el acusado y le dijo dónde se encontraba el más cercano. La mujer contó entonces que le había tocado la lotería y que llevaba en su bolso "estampas y papelitos", pero que los quería romper porque quería chucherías, y le mostró a la víctima "muchos billetes de 50 euros" que tenía en su interior.
El condenado le dijo entonces que no los rompiese, que se los entregase a la víctima y a él, pero la chica les dijo que para eso ellos le tenían que dar "más papelitos".
Influida por el condenado, que le hizo creer que si le enseñaban dinero, aquella mujer les daría la bolsa con todos los billetes y ellos se los repartirían, la víctima se fue a casa, cogió unos 85 euros y se los enseñó a la estafadora desconocida, pero no era suficiente.
Hucha Nesquik
Volvió otra vez y fue hasta el cuarto de baño. Allí, en un falso techo, guardaba "una caja de cartón de la marca Nesquik de tres kilos de capacidad donde se hallaban 200.000 euros envueltos en papel de aluminio".
La misteriosa mujer señaló entonces que había que comprar una bolsa para guardar los "papelitos" y así lo hizo el condenado, quien, sin embargo, la rellenó con toallitas de papel, sin que lo viese la víctima.
Montados los tres en el coche, se trasladaron a las afueras del pueblo para hacer el cambio de dinero y, en un momento dado, el condenado entregó a la víctima la bolsa que acababa de comprar con la caja de Nesquik. Le dijo que contenía todo el dinero, incluido el de la joven, y le pidió que se marchara a casa y le esperase allí para repartirse el dinero. Era mentira. Cuando la víctima llegó y abrió la bolsa, vio que allí solo había toallitas de papel.