Ya había hermanado al flamenco con los sones y los boleros, pero ¿cómo se las gastaría Diego El Cigala con los tangos? A tenor de lo visto esta noche en Madrid, bien se puede decir que el inquieto cantaor ha vuelto sumando otra muesca en su catálogo de victorias.
Vale, no es Gardel, y "Alfonsina y el mar" jamás sonará igual en cualquier otra voz que no sea la de Mercedes Sosa, pero acercarse a estos ilustres tampoco era el objetivo perseguido por el artista en su nuevo disco, "Cigala & tango".
Siguiendo la costumbre de la casa, Ramón Jiménez Salazar se ha zambullido en el universo del tango a partir de su propio arte, barnizando once clásicos del género argentino con su inconfundible porte flamenco.
El resultado, sin equipararse a "Lágrimas negras" o "Dos lágrimas", es el estupendo ejercicio musical que el artista ha presentado en la jornada de clausura de los Veranos de la Villa, donde 2.000 espectadores se dieron cita para aclamar sin reparos al protagonista de la velada.
Madrid siempre es una plaza complicada. Más aún para los flamencos y, sobre todo, para un flamenco madrileño, como es el caso de El Cigala. Nacido en la Ribera de Curtidores, el cantaor siempre queda sometido a un juicio más severo cuando pasea su voz por La Villa y Corte. Hoy tocaba esmerarse.
Así lo entendió el artista, que ofreció un recital sólido, sin fisuras, con unos automatismos y un repertorio mucho más asentados de lo que cabría imaginar a estas alturas de su gira, todavía incipiente.
Vestido con camisa blanca, traje negro y zapatos a juego, Diego El Cigala arrancó su actuación al ritmo de himnos como "Garganta con arena", de Cacho Castaña, y "Las cuarenta", de Roberto Grela y Francisco Gorrindo.
"Hoy quiero presentar mi nuevo trabajo, que os dedico a todos vosotros con el corazón. Espero que os guste", saludó el cantaor antes de dar entrada a su primer invitado, el respetado guitarrista argentino Juanjo Domínguez.
Responsabilidad de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, "El día que me quieras" estremeció al auditorio con la desgarrada interpretación de El Cigala, que a continuación atacó una composición de Atahualpa Yupanqui, "Los hermanos".
El auditorio prorrumpió en "olés" con "Vete de mí" -rescatada para la ocasión del álbum "Lágrimas negras"- y con "Nostalgias", un tema emocional, doliente, interpretado por un artista en estado de gracia.
"Es un lujazo y un honor tener conmigo esta noche a una leyenda vida", explicó El Cigala para presentar al famoso bandoneonista Néstor Marconi, que a lo largo de su extensa trayectoria ha actuado junto a nombres tan grandes como Horacio Salgán o Roberto "Polaco" Goyeneche.
"Tomo y obligo" y "Sus ojos se cerraron" continuaron un actuación que se sumergió en el celuloide con "El padrino", un tema que El Cigala ha extraído de la famosa película para transformarlo en un tango romántico.
Juanjo Domínguez se unió a Néstor Marconi sobre la tarima de la Casa de Campo, y El Cigala no fue capaz de refrenar su emoción: "¡Qué placer tener a estos dos genios a mi lado!", exclamó el cantaor en los instantes que precedieron a "Niebla del riachuelo".
Se quedó a solas Domínguez para dar una lección práctica de guitarra en "Adiós Nonino", un ejemplo inestimable de precisión instrumental, de expresividad en cada acorde, de belleza en cada nota. Sin palabras en resumidas cuentas.
El recuerdo para Rafael Alberti llegó con "Se equivocó la paloma", mientras que la última sorpresa vino de la mano del trompetista estadounidense Jerry González, escudero inesperado de Diego El Cigala en un final de espectáculo a cargo de "Obsesión" y "Dos gardenias".